La pólvora del artefacto que estalló en la oficina del presidente de la Sociedad Rural Argentina estaba esparcida como un polvo suelto en la caja que lo contenía. Si el autor del explosivo disponía esa sustancia de otra manera -más condensada-, al abrir la caja, el resultado hubiera sido la muerte. Pero no era eso lo que buscaban.
Según el registro de la trazabilidad de la empresa de correo y la reconstrucción de las cámaras de seguridad, el martes pasado un hombre fue a un local comercial en la calle Scalabrini Ortiz, en CABA, y despachó ese paquete sin remitente hacia las oficinas de la calle Juncal 4450. Sabía lo que hacía. Distribuyó manualmente la pólvora de modo que sólo produjera lo que se vio en el escalofriante video que circuló ayer: una secretaria abriendo rutinariamente un envío, un fogonazo, un ruido y humo.
Apenas sucedió el hecho, ayer temprano en la mañana, Patricia Bullrich llamó al Presidente. A nadie lo calma escuchar noticias de este tipo. La ministra se comunicó después con Nicolás Pino, el destinatario de la encomienda. Lo encontró desorientado y preocupado. ¿Quién fue? ¿Por qué?
Los investigadores tienen certeza de que la persona que se ocupó de este trabajo -la fabricación del explosivo y la logística para enviarlo- es un profesional que conoce puntillosamente los alcances de lo que estaba produciendo. Sin aviso, sin amenaza previa, sin situaciones de conflicto, algo detonó en la Sociedad Rural. No se trata sólo de las consecuencias obvias. Desde ayer a la mañana, empezó una investigación judicial y una reconstrucción política que incluye, a esta hora, hipótesis conspirativas que cruzan grupos anarquistas y veganos (como cree el Gobierno) con una variante mucho más preocupante y oscura que forma parte de las sospechas de los investigadores: la polémica de los fondos reservados de la nueva Secretaría de Inteligencia.
Hay que prestar extrema atención a la resolución de este caso. Los encargados de la causa también se preguntan si no es demasiada coincidencia la discusión por la asignación de los cien mil millones de pesos con un ataque tan inquietante y viralizable como este. Cosas raras que pasan justo cuando la agencia de los espías está en transformación. Pueden parecer paranoias, pero la política reaccionó automáticamente relacionado de algún modo un hecho con el otro.
Ayer a la mañana, apenas TN difundió el ataque a la SRA, Agustín Romo, diputado provincial de LLA y cercano a Santiago Caputo escribió rápidamente en redes: “Pero para @mauriciomacri está mal tener un Servicio de Inteligencia bien financiado”. Apenas unos minutos después, el diputado de la Coalición Cívica, Juan Manuel López, pensó muy distinto en X: “Peligroso el atentando contra las autoridades de la @SociedadRural . La investigación no puede descartar ninguna hipótesis. Es muy sugestivo que ocurra el día que @SenadoArgentina está por rechazar los fondos reservados de la SIDE”. Son hipótesis de difícil resolución.
El recuerdo del explosivo en las oficinas de Benetton
Todavía no se decodificó en profundidad el daño que puede haber producido el apoyo del PRO al rechazo del decreto que el Gobierno mandó al Congreso para avalar la asignación de esos fondos. En la última cena entre Javier Milei y Macri, el expresidente sostuvo que en el Senado repetirán esa votación. El Gobierno está mandando desesperadamente al titular de la nueva SIDE, Sergio Neifert, a hablar con los integrantes de la Comisión Bicameral de Control de los Servicios de Inteligencia. ¿Realmente puede haber una conexión entre el explosivo de la Rural y los espías? Es impreciso saber aún si se hilarán los eslabones hasta llegar al organizador real detrás de este susto.