Una carrera en pleno ascenso, un puesto en uno de los principales bancos de Wall Street, la vida en Nueva York... Leonardo Mustafá El Abed parecía haberlo conseguido todo. Pero algo le hacía ruido y al retomar la práctica del yoga se dio cuenta de que este sueño que perseguía no era el suyo, sino de otro. Armó las valijas y se volvió a su querida Mar del Plata natal para “vender ropa para yoga”.
“Tenía la típica carrera de cualquiera que se dedica a las finanzas: me recibí de contador público en la UBA, hice un máster, trabaje en IBM, pasé por la consultora Ernst & Young, estuve cuatro años en JP Morgan en la Argentina y otro tanto en Nueva York”, contó “Leo”.
Cuando se instaló en Brooklyn en 2009, retomó la práctica del yoga y descubrió “toda una revolución del yoga y una movida de empresas con propósito”.
“Lo principal del yoga es que une el cuerpo con la mente y el espíritu. Más allá del aspecto físico, te da una serenidad que te permite aflojar lo que tenés adentro y escuchar tu voz interior. Gracias a ello tuve una toma de conciencia, un despertar sobre la vida que tenía y la que quería”, explicó El Abed.
“Estaba lejos de mi familia y de mis amigos, visualicé todo esto y me di cuenta de que estaba siguiendo un camino de mandatos familiares. Entonces decidí volver a Mar del Plata”, explicó el emprendedor de 44 años.
La noticia sorprendió a todo su entorno. “Mi viejo se re enojó, estaba indignado, me tildaba de ‘inconforme total’ y me cuestionaba que ‘con todo lo que había hecho quería volver a Mardel’”, contó entre risas El Abed.
Dejar atrás la vida que había construido “fue un golpe al ego que es parte del trabajo del yogui”, afirmó. “Generás decepciones, pero en un punto entendieron que era mi vida y tenía que seguir la llamada interior. Ahora mi papá está contento, así que en la vida hay que tomar todo con pinzas”, filosofó.
El Abed se recibió de profesor de yoga de estilo Ashtanga, pero no estaba convencido de que pudiera vivir de eso ni que fuera la persona más indicada para enseñar. Su formación empresarial le dio una idea. “Me di cuenta de que había una comunidad yogui fuerte pero diseminada, y que la ropa podía ser una excusa para la conexión entre los distintos estudios de yoga y estilos”, sostuvo el emprendedor.
De capo de las finanzas a emprendedor
En 2014, El Abed creó Luleå, una marca de ropa “hipertécnica y de primer nivel” pensada especialmente para la práctica del yoga, prendas que acompañen todas las asanas (posturas) y no incomoden a la hora de realizar la parte física de esta disciplina.
Un año después, tras una inversión inicial de 100.000 dólares, muchas pruebas y el feedback valioso de amigos, comenzó a vender en showrooms y online. El éxito fue total.
Ahora Leonardo ya tiene siete tiendas propias en Mar del Plata, Buenos Aires, La Plata, Rosario, inclusive dos flagship stores en La Feliz y Chacarita, y hasta un local en Santiago de Chile. También recurre a la microdistribución a través de una red de vendedores en todo el país.
Además, abrió cinco estudios de yoga “para fomentar la práctica” y una incipiente cadena de cafés de especialidad y pastelería vegana: No Cofee No prana, un guiño al maestro de Ashtanga Sri K Pattabhi Jois, quien se dice ofrecía café a sus alumnos luego de la práctica porque “el Ashtanga es un estilo muy intenso y a veces te deja agotado”.
Luleå se convirtió en un pequeño imperio de lifestyle yogui que El Abed quiere seguir expandiendo fuera de las fronteras del país. “Nuestra idea es salir a todo Latinoamérica y unir a los yoguis de todo el subcontinente”, dijo.
Una marca con triple impacto
Desde el principio, El Abed pensó Luleå como una empresa B, es decir, que utiliza el poder del mercado para brindar soluciones concretas a problemáticas sociales y ambientales y opera bajo altos estándares sociales, ambientales y de transparencia.
“Queríamos una marca de ropa con valores yoguis, que cuide el medioambiente, se focalice en la comunidad y sigue la idea de mindfulness, de ser plenamente conscientes”, dijo El Abed.
“Las empresas B certifican mediante auditorias que tienen un conjunto de relaciones internas y externas con estándares de responsabilidad. Por ejemplo, donamos una parte de las rentas a varias ONGs y trabajamos con cooperativas y talleres dignos, entre otros aspectos”, explicó el marplatense.
Además de sustentable, la compañía de El Abed es también una empresa familiar. A cargo de la imagen y comunicación y del diseño de las estampas se encuentra su pareja, la ilustradora Mercedes Calo Stapich. Se conocieron a través de Luleå y de compañeros de trabajo pronto pasaron a ser compañeros de vida.
La preocupación de El Abed por el impacto ecológico de su marca no es una pose. “Somos anti greenwashing”, sostiene el emprendedor, que también se dedica al activismo ambiental a través de Kula Earth, una ONG de divulgación de información ambiental.
“Kula significa ‘familia elegida’ en sánscrito. Buscamos generar un despertar de la conciencia global, ser agentes del cambio porque hay una crisis ambiental y social gigante a nivel mundial”, afirmó el marplatense, que apoya la Asamblea por un Mar libre de petroleras ante los proyectos de exploración offshore frente a la costa bonaerense.
“Los que nacimos al lado del mar lo sentimos como parte nuestra. Es el horizonte, el infinito, te da otra perspectiva”, sostuvo. En ese volantazo que pegó hace casi diez años, El Abed también buscaba conectar con lo más profundo y la naturaleza. Cada día hace yoga, surfea o sale a nadar “para no perder el ritmo”.
Y a quienes, cómo él, piensan en cambiar de vida, El Abed tiene algunos consejos para dar: “Lo fundamental es poder frenarse y tomar el tiempo para escucharse. Hacer silencio para escuchar lo que necesitás, y vivir los que tenés que vivir, sea bueno o malo, porque en el interior nuestro están las respuestas”.
“Por eso me enamoré del yoga y trató de expandirlo, me gustaría que todos practiquen porque es un agente de transformación global”, se despidió el Abed.