Alcides cierra los ojos y se recuerda sentado en el patio de su casa. Tiene 12 años. Sobre sus piernas, un acordeón gastado, el mismo que toca desde los 7. Lo lleva a su placer, acompañado de la danza de sus brazos de marioneta y sus dedos flacos, sin imaginar que décadas más tarde se convertiría en un ídolo popular.
El mítico cantante de cumbia, célebre por sus canciones, su pelo, su bigote y su estilo, sí supo aquella tarde que en su vida solo habría lugar para la música. Nació en Río Cuarto, provincia de Córdoba, y cuenta que sus papás debieron pagar una multa para inscribirlo tras su nacimiento. “Había muerto Evita, y como Alcides no era un nombre nacional los multaron. Ellos querían ponerme así y la pagaron”, dijo.
Alcides Miguel Berardo es su nombre completo. Tiene 72 años y una carrera musical que hasta hoy se extiende: “Estoy bien, trabajando como siempre, todos los fines de semana. No se labura tirando manteca al techo, porque cambiaron los tiempos, pero seguimos girando”, expresa.
Su trayectoria transitó las curvas de la vida real: Alcides atravesó, como todos, desafíos, pérdidas y victorias. A los 19 años se mudó a San Luis junto a sus papás y su hermano. Viviría allí casi dos décadas, hasta que tras innumerables fines de semana cantando en discotecas, fiestas y eventos, logró juntar un dinero que le permitió probar suerte en Buenos Aires.
“Comencé a ganar guita a los 17 años, pero lo invertía en lo que más me gustaba: los instrumentos. Mi papá y mi mamá me apoyaron siempre, después lo integré a mi hermano”, indica Alcides.
En San Luis formó “Alcides y los Playeros”, grupo que se disolvió cuando él emprendió un camino solitario que lo trajo a Buenos Aires en 1989. Antes de irse, de lunes a viernes trabajaba con su papá, quien repartía productos de almacén. Los fines de semana eran suyos.
“En Buenos Aires me asusté, porque acá se hacen shows de 30 ó 40 minutos, y yo pensé que era como en el interior, en donde se cantaba durante horas. Pero empecé a hacer muchos shows, y de repente cambió todo”, recuerda.
En su primer baile en la ciudad, en el reconocido Tropitango Bailable, solo había 16 personas. Pero en 1989 su carrera dio un giro inesperado cuando La 12, la histórica hinchada de Boca Juniors, utilizó el ritmo de Negrita mía para alentar al equipo.
En los 90 cosechó éxitos y giras por todo el país. Alcides llegó a tener 34 familias que dependían de él. Trasladaba su propio sonido, su iluminación y los vehículos en los que se movía toda su gente eran suyos. “Cuando una banda y una estructura grande, tenés muchos gastos. No todo lo que brilla es oro. Se mueve un dinero grande por la cantidad de shows que hacés, pero el desgaste existía”, explica.
Se caracterizó a lo largo de su vida por ser ordenado con el dinero. Alcides reconoce que a esta altura podría quedarse en su casa, cómodo junto a su pareja, sin trabajar. “He guardado mucho y luego tuve que gastarlo, porque pasan cosas. Se rompen instrumentos, se daña un auto, te roban cosas”, agrega.
El cantante, que invirtió en la música todo lo ganado en ella, confió en una etapa de su vida y quiso ampliar su cartera de negocios con restaurantes y supermercados, pero lo estafaron y casi queda en la ruina. “He tenido negocios importantes y me robaron todo. Es muy difícil conseguir gente fiel, me han cagado mal. Perdí mucho, pero al olvido, borrón y cuenta nueva”, dice el hombre que escapó de la Ciudad de Buenos Aires para vivir en Mercedes.
Su estallido ocurrió con Violeta, un clásico que trascendió generaciones y que lo ha hecho viajar por el mundo y que jamás le generó cansancio cantar: “Nunca he renegado de mis éxitos, ni de Violeta, ni Negrita Mía, ni Sopa de Caracol. El éxito lo hace el público, puede aparecer y no hay que decir nada. Los éxitos y los fracasos no tienen explicación”.
En 1995, Adolfo Rodríguez Saa lo buscó para que sea gobernador de San Luis. Alcides agradeció la propuesta, pero no aceptó. “También me buscaron para ser concejal, diputado, intendente, de todo. Y nunca acepté. Supe de entrada que si te metés en la política manchás tu ficha. Y yo soy bien mirado, muy querido. ¿Y mancharme por plata? Ni en pedo. No necesito la plata de la política”, explica.
El cariño de la gente lo llevó a vivir cosas inesperadas: desde regalos hasta incontables parejas que se acercaron para decirle que se conocieron en un baile suyo y que su hija se llama Violeta en honor a él. “Una vez estaba haciendo un show en un country. Terminamos, se acercó un vecino y me preguntó cuánto cobraba. Me dijo que me contrataba, y me llevó a 10 cuadras para que le cantara a él, a su esposa y a otra pareja. Hicimos un show para cuatro personas”, rememora.
Alcides, padre de cuatro hijos, sufrió un golpe muy duro con la muerte de su hermano, Víctor Hugo Berardo, quien volvía en la ruta de acompañarlo a él tras una gira por el país. “Mi papá murió hace 37 años y mi mamá se fue hace cinco. Quedé solo”, dice.
El cantante recuerda el 4 de noviembre de 2013 como el día en que volvió a nacer de nuevo: “Tuve siete infartos en un día, fue algo tremendo. Manejaba y paraba la camioneta hasta que se me pasara lo que sentía, sin saber que eran infartos. Terminé en la Fundación Favaloro y desde ese momento vivo con un marcapasos”.
Alcides, que asegura no haberse drogado jamás y haber controlado con soltura el consumo de alcohol, todavía lucha por dejar el único vicio que lo acompaña desde siempre: el cigarrillo.
“Lo que más me gusta de lo que hago es que la gente me valora. Cuando veo a la gente disfrutar, me hace feliz”, dice, a la vez que reflexiona sobre el futuro y las nuevas generaciones de cantantes y compositores: “La música es un camino largo, no hay que apurarse. Hay que ser paciente, perseverante y, sobre todo, tener respeto por lo que uno hace”.
“Hoy disfruto de lo que tanto anduve. Paré, bajé dos cambios, no hago nada durante la semana, pero cuando tengo compromisos, los cumplo. Siempre busqué vivir con poco. No me interesa tener 30 departamentos, prefiero estar tranquilo y vivir así”, completa.