Los príncipes que gobiernan Qatar convirtieron a Neymar Júnior en el jugador más caro de la historia del fútbol cuando lo ficharon para su club, el Paris Saint-Germain, previo pago de 222 millones de euros al Barcelona, en el verano de 2017. La semana pasada un representante del club de París se puso en contacto con el padre del jugador para comunicarle que querían buscarle una salida. Lo anunció Radio Montecarlo y lo confirmó a este periódico una persona cercana a Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG.
Las mismas fuentes indican que la decisión cobró forma cuando los dueños del PSG renovaron a Kylian Mbappé, convirtiéndolo en la referencia de su proyecto y dándole voz en el diseño del nuevo orden deportivo. Mbappé exigió cambios en la organización y apuntó a la remoción del que fuera director deportivo, Leonardo de Araujo, famoso consentidor de Neymar. Respecto a Neymar, el francés señaló la inconveniencia de lo que todos ya sabían: su indisciplina sistemática en la rutina de entrenamientos y recuperación. Mbappé advirtió lo mismo que señalaba Mauricio Pochettino, el entrenador, desde las pasadas Navidades: “Ningún jugador debe estar por encima del escudo”.
Durante cinco años, Al-Khelaifi razonó que la forma más rápida de ser competitivos era construir un ambiente en el que Neymar se sintiera feliz. Esta política derivó en lo que un documental de Netflix sobre la estrella brasileña denominó como “el caos perfecto”. Al cabo de repetidos fracasos en el intento de conquistar la Champions, los jeques qataríes han cambiado de principios rectores. Como sentenció el propio Al-Khelaifi en Le Parisien la semana pasada: “No queremos más ostentación ni más bling-bling, se acabaron las castañuelas”.
Hasta ahora, Neymar había sido el eje de todas las estrategias. El brasileño, que esta temporada renovó contrato automáticamente hasta 2027, gana cerca de 40 millones de euros netos anuales por todos los conceptos, futbolísticos y publicitarios, tanto del club como de empresas vinculadas a los fondos de inversión soberanos de Qatar. En la reunión que mantuvieron los emisarios del PSG con su padre, que también se llama Neymar y oficia de representante y factótum de las sociedades del futbolista, le garantizaron que su hijo cobraría hasta el último céntimo que le debían.
Claro que el acuerdo al que llegó Mbappé con el PSG no fue sólo económico. El joven futbolista, que además habla perfecto español y que tiene un extraño equilibrio al punto de que Jorge Valdano comentó que cuando pudo dialogar con él “parecía un tipo de cuarenta años”, impuso otras condiciones y aclaró a los dirigentes que lo que pretende es ganar cosas importantes. “Quiero títulos”, les dijo.
Así fue que explicó que quería otro proyecto, comenzando por el director deportivo, con la salida del brasileño Leonardo de Araujo (ya reemplazado por su amigo Luis Campos) y siguiendo por el entrenador, por lo que en estas horas, Mauricio Pochettino se encuentra negociando su indemnización que sería de alrededor de 15 millones de euros. El PSG no tuvo éxito a la hora de tentar al DT que verdaderamente quería el delantero, que no era otro que Zinedine Zidane, pero este siempre aclaró que su propósito es esperar a que termine el Mundial para reemplazar a su ex compañero Didier Deschamps en la selección francesa. Por eso es que contratarán finalmente a Cristophe Galtier, lo que incluyó un pago de 10 millones al Niza, para que lo dejara ir.
Caído Leonardo, y sin resquicio en el sistema táctico del equipo, Neymar comenzaba a estar colgado de un pincel. Nunca comulgó mucho con Mbappé, y ahora que la joven estrella francesa tiene el poder, le llegó su hora.
Mbappé llegó a decir en las reuniones decisivas que “ningún jugador debe estar por encima del escudo del PSG”, algo que también repetía hasta el cansancio Pochettino, y tampoco es casual la frase pronunciada días pasados por Nasser Al-Khelaïfi en el diario “Le Parisien”: “No queremos más ostentación ni más bling-bing, se acabaron las castañuelas”.