Fernando "El Puma" Martínez no dejó dudas en la revancha con el filipino Jerwin Ancajas, y demostró que lo sucedido en febrero en Las Vegas no fue producto de una noche afortunada. El argentino dejó claro que es un auténtico campeón, en condiciones de codearse con los mejores de la categoría en las 115 libras.
Martínez retuvo la corona supermosca de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) en la topada realizada en el Dignity Health Sports Park de Carson, California, con una actuación que superó la anterior, con tarjetas más generosas que las registradas en el Cosmopolitan de Las Vegas.
El recibimiento del Puma Martínez en Ezeiza
Al llegar a su Buenos Aires natal, el boxeador se subió a un autobomba, mostró el cinturón y lo acompañaron banderas y bombos de Boca, el club de sus amores.
El trámite de la pelea
Las tarjetas de 118-110 (Tiffany Clinton), 119-109 (Ellis Johnson) y 118-110 (Zachary Young) fueron elocuentes en cuanto a la superioridad del argentino, que lució en gran forma ante un pugilista de primer nivel, que llegó mejor preparado que en la noche del 26 de febrero.
El equipo del filipino utilizó en aquella ocasión el argumento de una preparación deficiente que obligó a Ancajas a bajar de peso a último momento, amagó con un ascenso a la categoría superior por ese motivo y finalmente ejecutó la cláusula de revancha directa que se suele utilizar en los contratos.
Esta vez, sin excusas, "El Pumita" lo volvió a superar con claridad a partir de una preparación física y mental excelente, que incluyó la contratación de dos sparrings extranjeros, una señal de que no escatimaron gastos a la hora de encarar la revancha.
Martínez, el único campeón mundial argentino tras la derrota de Brian Castaño, ejerció una presión constante, superó a Ancajas en velocidad y en combinaciones, y hasta pudo noquearlo en los rounds finales, lo que no logró porque todavía no tiene el rodaje necesario en este tipo de peleas.