Federico Jorge Sacchi, exzaguero central de refinada técnica, con pasos destacados por Newell’s, Racing y Boca en las décadas del 50 y 60, falleció este martes a los 87 años en Rosario, donde había nacido el 4 de septiembre de 1936.
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Perteneció a la época en la que a un defensor con buen control de la pelota y estampa elegante se lo describía como a un “futbolista de galera y bastón”. Con el tiempo se forjó la leyenda de que nunca había errado un pase. Ya retirado, un día fue interrogado por esa precisión extrema y salió con la cabeza levantada, como en la cancha: “Saben lo que pasa, los rosarinos mentimos mucho”.
El “Polaco” Federico Sacchi se formó en las divisiones inferiores de Tiro Federal, de Rosario. De más pibe, sus condiciones ya habían llamado la atención en los Torneos Evita. Su carrera cobró notoriedad y relevancia en Newell’s, donde jugó entre 1958 y 1960.
Debutó ante Tigre y fue titular en la campaña del descenso del conjunto rojinegro, salvo en el último partido, ante Ferro. Durante dos años completó 60 encuentros, con ocho goles. Más allá de la pérdida de categoría, el nivel de Sacchi sobresalió por encima del resto y despertó el interés de un grande de Buenos Aires. En 1961 fue transferido a Racing junto a Anacleto Peano.
Su adaptación a la Academia fue inmediata. Formando pareja central con Norberto Anido, se adueñó de la camiseta N° 6 y fue campeón en 1961, con un invicto de 30 partidos y una coronación con tres fechas de anticipación. Una formación que era el deleite de los hinchas, desde la construcción del juego con Sacchi hasta las variantes y creatividad ofensiva que salían de los pies de Orestes Omar Corbatta, la “Bruja” Belén, el “Marqués Sosa” y Juan José Pizzuti.
Pronto, Sacchi empezó a ser referencia y espejo para los juveniles que venían asomando en las divisiones inferiores del predio Tita Mattiussi, como Roberto Perfumo y Alfio Basile. En una ocasión, “Coco” Basile dijo sobre Sacchi: “Cuando él brillaba en primera división se convirtió en mi ídolo. Técnicamente era perfecto, no vi otro así en mi vida. Era alto, tenía prestancia, transmitía algo especial con la pelota en los pies. Fue el mejor N° 6 que yo vi en mi vida, no solo del fútbol argentino. En el mundo. Si no lo vendían a Boca, yo no hubiese debutado nunca en primera”. Esa versatilidad le permitía en ocasiones ocupar la función de volante central.
En la Academia tuvo por compañero a César Luis Menotti, con quien rápidamente compartió filosofía futbolística, una identificación con el estilo argentino, emparentado por entonces con “la nuestra”, por la vocación ofensiva a partir de la gambeta y el buen manejo de la pelota. Desde la vereda de enfrente, esa corriente fue tildada de “lírica”, con un sentido peyorativo.
Sus principios futbolísticos eran firmes: “¿Quién habla de perder o ganar? Yo hablo de jugar. Nunca, créamelo, nunca, al entrar a una cancha, pienso en ganar o perder, yo pienso en jugar bien. Si lo consigo, mejor para mí”.