En el árido desierto de Arabia Saudita, entre el rugir de motores y las dunas interminables, hay una historia que rompe con la dureza del Rally Dakar y trae un toque de calidez. Nicolás Cavigliasso y Valentina Pertegarini no solo son una dupla competitiva en la categoría Challenger, también son compañeros de vida, enamorados desde la infancia y socios en una aventura que desafía los límites del cuerpo y la mente.
Todo comenzó en General Cabrera, Córdoba, donde Nicolás y Valentina crecieron y se conocieron. "Éramos novios de chicos, de esos amores de 10 años que todos creen que no van a durar", recuerda Valentina entre risas. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Se reencontraron en la adolescencia y desde entonces no se han separado.
El amor maduró con los años y los llevó hasta el podio del Dakar 2019, cuando Nicolás se coronó campeón en cuatriciclos. En un gesto que quedará grabado en la historia de la competencia, al cruzar la meta en Perú, se arrodilló frente a Valentina y le pidió matrimonio. Desde ese día, no solo son pareja en la vida, sino también en la pista.
Una historia de confianza y pasión compartida
Aunque siempre acompañó a Nicolás en sus aventuras deportivas, Valentina pasó de ser una espectadora apasionada a su navegante y aliada estratégica. En 2022, se consagró como la primera mujer campeona mundial de Rally Raid como copiloto de Nicolás. “Nunca imaginé estar en esta posición. Siempre me gustaron otros deportes como el fútbol y el hockey, pero con Nico descubrí una pasión por el automovilismo que jamás pensé que tendría”, cuenta.
La conexión entre ambos es clave en un deporte tan exigente. “La confianza que tenemos hace que las cosas fluyan. Arriba del auto, somos un equipo completamente profesional, pero también podemos decirnos lo que pensamos sin filtros. Esa comodidad nos ayuda a resolver cualquier desafío en la carrera”, explica Valentina.
Por su parte, Nicolás asegura que la clave de su éxito está en esa mezcla de amor y complicidad. “Correr con Valentina es diferente. Hay mucha más comunicación. Si uno no ve algo, el otro está ahí para apoyarlo. Es un trabajo en equipo puro”, afirma.
Un amor que trasciende la pista
Fuera de las carreras, la pareja también comparte su vida profesional. Juntos trabajan en la producción de maní y la cría de ganado vacuno en Córdoba, además de participar en exposiciones agropecuarias como la tradicional Feria Rural de Palermo. “Nuestro día a día es intenso, entre el campo y los entrenamientos, pero siempre encontramos tiempo para planificar el futuro”, dice Valentina.
A pesar de la exigencia de su rutina, logran mantener la chispa de su relación intacta. “Estamos juntos casi todo el día, pero eso nunca ha sido un problema. Compartimos nuestras pasiones y nos complementamos en todo lo que hacemos”, agrega Nicolás.
Soñar juntos en el Dakar
Este año, en su tercera participación como equipo en el Rally Dakar, Nicolás y Valentina comenzaron con el pie derecho al ganar la primera etapa. Aunque saben que la competencia es larga y dura, no pierden la esperanza de alcanzar el podio. “El Dakar es una carrera que te pone a prueba física y emocionalmente. Pero también es un lugar donde nos sentimos vivos. Cada día es una nueva oportunidad de crecer como equipo y como pareja”, reflexiona Nicolás.
Para Valentina, el verdadero éxito ya está logrado: “Estamos haciendo lo que amamos, juntos. Más allá del resultado, eso es lo que realmente importa”.
Una lección de amor y resistencia
Mientras enfrentan el calor abrasador, las dunas interminables y las noches frías del desierto, Nicolás y Valentina demuestran que su relación no solo resiste las pruebas del Dakar, sino que se fortalece con ellas. En una carrera conocida como la más dura del mundo, esta pareja argentina nos recuerda que, a veces, el motor más potente es el amor. En un mundo lleno de desafíos, Nicolás y Valentina son la prueba de que cuando dos corazones trabajan al unísono, no hay meta imposible de alcanzar.
