En el final pasó todo. En el final llegó el escándalo, el caos, la batalla campal. En el final llegó el penal de Sandez a Solari, el gol de Borja, el cruce Palavecino-Romero que desató el bochorno.
En el final, Boca se quedó con ocho y el local, con diez. En el final, recién, lo ganó River. Se lo pudo llevar antes, sí. Se lo debió llevar antes. Pero por eso, acaso, lo disfrutó más.
Porque lo buscó aun cuando parecía que no era, porque intentó hasta el último aliento, porque lo quiso. Porque cortó la racha superclásica del 2022, porque le sacó 19 puntos a su rival en la Liga, porque lo dejó sin nada en el campeonato. Porque se recuperó del cachetazo en Brasil, porque lo disfrutó con su gente, porque al fin de cuentas hubo fiesta Monumental.
Antes del papelón, hubo un partido. Y ahí también ganó River. Podría decirse, de principio a fin, más allá de que el gol de Borja llegó en el descuento, cuando ya casi se había resignado a su propia suerte (la que le había faltado en 92 minutos) y a un 0 a 0 que premiaba más a su rival.
En efecto, desde el inicio y sobre todo en el primer tiempo, River jugó a jugar, a atacar, a ganar. Boca, a cortar, a aguantar, a milagrear. River jugó cerca del arco de Romero. Boca, a 60 metros de Armani. River jugó con seis y hasta siete jugadores volcados en ofensiva (cuando no iba Casco, iba Enzo Díaz). Boca, con uno y medio, porque el único delantero real, con peso en el partido, fue Villa. Y así, claro, todo sucedió en el campo xeneize. Lo bueno y lo malo.
River tuvo el monopolio de la pelota, de los pases, del tiempo y del espacio, de las situaciones. Sólo le faltó el gol (pequeño condimento, claro...). Boca, el de las faltas. Y le faltó casi todo. En el único duelo que estuvieron parejos fue en el físico. Tanto para el bordado fino (el roce persistente, al borde de la infracción) como para el bordado grueso (la infracción al límite de la roja), ambos jugaron un clásico como los de antes. Darío Herrera fue de acá para allá con las tarjetas (siete en esa primera etapa). Y con los reclamos. Nadie sacó la pierna.
En ese marco, el equipo de Demichelis mostró sed de revancha para borrar su derrota en Brasil y se sintió lo favorito que era antes de que el Flu lo fluminara en ese choque de Copa. Pero todo lo que construyó, no lo supo o pudo resolver. Al menos, hasta el final.
Tuvo, sí, movilidad y cambio de ritmo con un Barco en modo avión, control del tiempo y la pelota con Enzo Pérez y Aliendro, conducción en Ignacio Fernández y algo de explosión (aunque sin continuidad) en De la Cruz. Pero le faltó power en Beltrán, más allá de ese cabezazo cruzado apenas desviado, y del remate de Nacho que le sacó Romero al comienzo.
Boca no mostró fuego enemigo. Nunca. Aguantó, pero sin generar sensación de peligro. No pateó el arco ni se acercó al área chica hasta el comienzo del segundo tiempo, cuando Villa se filtró y casi queda mano a mano con Armani (gran cierre de Casco). Luego, el colombiano (única carta de peligro latente) tendría una más de tiro libre, que sacó el arquero campeón del mundo, con algo de esfuerzo. Demasiado poco.
Sin embargo, parecía que le alcanzaba. Porque River se fue consumiendo en su propia intensidad y cansancio. Y pareció quedarse sin energías. Pero... Los cambios de Demichelis, tan cuestionados en Brasil, esta vez tuvieron su efecto. Arriesgó el DT en poner a Solari por Aliendro, dejando a Enzo Pérez como única contención estando amonestado. Y aunque demoró en el ingreso de otro hombre de área (Borja debió entrar antes), fue al ex Colo Colo al que le terminaron comitiendo el penal y fue el colombiano quien lo ejecutó.
Almirón, en ese duelo de técnicos, sólo apostó al cuidado integral del resultado, más allá de una leve mejora en el segundo tiempo. El DT de Boca cambió ficha por ficha y pagó esa movida a dólar blue: fue Sandez, el que había entrado un rato antes por Barco, el que hizo la falta que cambió el partido. Y que condenó a Boca a una derrota que lo deja a 19 puntos de su rival, afuera del campeonato y sin la racha superclásica a favor. Por todo eso también festeja River, otra vez súper ganador, otra vez súper puntero...