La fiesta siempre la pone Leo. Es la estrella. El rockstar. El mejor jugador del mundo. El contagio, con Messi en cancha, es siempre de adentro hacia afuera. Con la Copa del Mundo bajo el brazo y un festejo inolvidable en Argentina, al 10 poco le importó que PSG no estuviera a la altura. En su primer partido oficial tras la Copa del Mundo, su club no le hizo ningún homenaje cuando el miércoles por la tarde jugó contra el colista Angers.
Justificaron la decisión alegando que ya había sido suficiente el reconocimiento de sus compañeros al volver al París. Era una situación incómoda. Porque Argentina le ganó la final a Francia, con Mbappé como figura y siendo la otra estrella del PSG. El 7 no estuvo y los aplausos en el Parque de los Príncipes fueron tibios cuando salió a hacer una entrada en calor con una camiseta blanca con la imagen del recordado Pelé. Al 30 lo quieren. Pero París no es Barcelona ni mucho menos Buenos Aires, Rosario o cualquier punto de nuestro país. Leo tampoco necesitaba una muestra fuerte de cariño de un club que, indefectiblemente, debe dividir sus sentimientos por la fuerte presencia de Kylian.
Leo hace su trabajo y punto. Y siendo el mejor, hace lo mejor. Aun a media máquina, fue vital para el sencillo 2-0 del PSG ante Angers. De principio a fin el local controló el partido. A los 9' Ekitike puso el 1-0 tras un ataque que arrancó el argentino y llevó demasiada tranquilidad. Leo, parado prácticamente de enganche junto a Neymar, fue el conductor del equipo. En el primer tiempo tuvo un remate cruzado que Bernardoni tapó bárbaro y en el ST llegó al gol. A los 27', definió de derecha como quien no quiere la cosa y sentenció el 2-0. Lo festejó con su amigo Ney y sentenció el choque. Volvió Leo. En realidad nunca se fue. Y toma envión para su próximo objetivo: poder ganar la Champions en Francia.