El INDEC confirmó que la tasa de inflación interanual superó el 138% en el mes de septiembre, siendo así fácilmente la tasa más extrema desde agosto de 1991. Es la cuarta vez en la historia argentina en que la inflación supera el umbral del 130% en un periodo de 12 meses, en esta oportunidad bajo la pésima conducción económica del ministro Sergio Massa y el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Los tres episodios anteriores en los que la inflación superó el 130% dejaron una huella traumática en la memoria del país. El primero de estos episodios fue en Rodrigazo de julio de 1975, cuando la tasa de inflación saltó del 110% al 177% con respecto al mes de junio. Esto abrió paso para un período de 56 meses (cuatro años y medio) con una inflación promedio anual del 250%, y un máximo de 778% registrado en mayo de 1976.
El segundo episodio histórico de estas características comenzó en diciembre de 1981, cuando finalmente colapsó el programa económico de Lorenzo Sigaut y con él el débil Gobierno de Viola. A partir de esta fecha, el país ingresó en un período de 52 meses consecutivos con tasas de inflación anuales superiores al 430%, según las estimaciones de la consultora Invecq que dirige el economista Esteban Domecq.
El último episodio de inflación por encima del 130% comenzó en septiembre de 1987, ante el evidente y marcado fracaso del Plan Austral que Alfonsin y Sourrouille habían lanzado en junio de 1985. Este nuevo estallido inflacionario marcó un período de 48 meses en el cual la tasa de inflación anual promedió el 2.480% (dos hiperinflaciones de por medio) y llegó a un récord de 20.262% en marzo de 1990.
Sin un plan de estabilización creíble a partir del próximo 10 de diciembre, Argentina podría correr el riesgo de volver a caer en otro de estos dramáticos episodios inflacionarios. Todos ellos derivaron en un declive social sideral, y con la economía sobrellevando crisis recurrentes de balance de pagos.
El ministro Massa deja al país nuevamente a las puertas de la hiperinflación como no se veía desde 1989. La devaluación de agosto derivó en un nuevo régimen de inflación en torno a los dos dígitos mensuales, habiéndose producido en un contexto de nula confianza y sin ningún plan de fondo.
Pero a partir de septiembre, y pese a que el tipo de cambio se mantuvo fijo y que el Gobierno congeló medicamentos, tarifas y prepagas, la tasa de inflación siguió creciendo y el IPC subió hasta un 12,7%, incluso por encima de la de agosto. Esto marca una suerte de “piso” inflacionario cada vez más elevado.
El golpe de gracia tendrá lugar en el último bimestre del año. Todas las consultoras privadas y los principales bancos internacionales esperan una devaluación del tipo de cambio oficial, oscilante entre el 70% y el 150%. Bajo esta coyuntura, la tasa de inflación no hará más que aumentar por la liberalización de precios reprimidos.
El programa económico de Milei propone un giro de 180° en materia económica, eliminado el Banco Central, y con él la posibilidad de adoptar al dólar como nueva moneda para transaccionar y ahorrar. Esta maniobra permitiría el virtual fin de la agónica inflación que azota al país desde la salida de la Convertibilidad.
