El microcentro salteño se funde entre largas filas en los cajeros, vendedores ambulantes y los "arbolitos" que por estos frenéticos días actúan como agentes de bolsa actualizando precios por hora.
Pablo, un cambista de frente de la PLAZA 9 DE JULIO, explicó que los viernes el dólar "tiende a bajar", pero el de ayer fue un viernes diferente. "La gente que está en construcción suele salir a vender para pagarle a los obreros, por eso suele bajar, pero hoy subió", explicó.
La jornada arrancó con un dólar a $350, luego bajó a $345 y al mediodía algunos llegaban a venderlo hasta a $365. "Para la gente y nosotros todo esto es una lotería", aseguró Pablo, aunque un colega suyo se quejó de la especulación de los cambistas: "Todos somos vivos, no respetan precio de pizarra, tenemos que vender a $335 pero están pagando $330, hay que esperar a ver qué pasa", aseguró.
Los cambistas aseguraron que el negocio de ellos no está en acopiar. "Eso lo hacen los empresarios que van al banco y consiguen dólares a $220 y lo venden en la calle a $335", advirtió uno de ellos, que también aseguró que algunos consiguen venderlos más caros en los corralones. "Hay muchas cosas, está todo podrido", advirtió.
A pesar de estar caro, mucha gente se volcó a comprar dólares; aseguran que se trata de personas que buscan resguardar el valor de sus ahorros, el aguinaldo o plazos fijos que se recuperaron . "Hay desesperación", advirtió desde su banqueta un arbolito.
Ante la inestabilidad, la mayoría de los cambistas intentan no vender en grandes cantidades. "Nos estamos atajando porque con tanta suba vendemos hasta 500 dólares por persona, y hay gente que quiere comprar más. Ayer cayó uno con un millón de pesos y le dije "no, lamentablemente no te puedo vender' porque es una cosa de perder todos los días", contó Pablo. "Ponele que vendamos a $330, si mañana está a $340 perdemos, por eso vendemos poquita cantidad, así lo retomamos", aseveró otro cambista.
Mientras que los compradores de dólares abundan, no así quienes tienen dólares para vender. "No quieren vender, qué van a vender", indicó un arbolito. Aseguran que los pocos vendedores particulares que hay son personas que compraron un dólar a $200 y hoy lo venden a $300, "pero la mayoría vende para comprar algo", aclararon.
Ganarle a la inflación
Además de los arbolitos, del otro lado del hilo de la inflación están los vendedores ambulantes que buscan sacar algún beneficio entre los peatones a quienes intentan venderles alguna golosina o algún producto de la temporada.
Edeltrudes Gallo sufre de osteoporosis, por lo que los días que el cuerpo le da sale a vender sahumerios junto a su hija discapacitada. "No alcanza para los impuestos ni para comer, hoy invertí el salario de mi nena para ver si podía hacer algo", contó. Pero recuperar la inversión que hizo en los sahumerios que vende a $100 está difícil. "Antes compraban y ahora cuidan la plata, no quieren gastar así no más, solo si es algo necesario", señaló. Edeltrudes además destacó lo difícil que se pone para los vendedores informales: "Todos pataleando de hambre, nos saca el inspector y no nos deja trabajar, pero es la única forma que tengo para salir. Estamos viendo cómo vender y llevar la comida a la casa", destacó.
La situación, según un vendedor ambulante de golosinas de la calle Pellegrini, se nota también en el ánimo de la gente. "La gente anda de mal humor, crispada, a veces ni te contesta", aseguró. El hombre contó que lo que hace no le alcanza para comer lo del día. "Por suerte no tengo que pagar alquiler, mi hermana me presta una habitación", agradeció. Según el vendedor de golosinas, esta época le hace acordar a Alfonsín, "pero yo estaba en otra situación en aquella época. Tuve trabajo pero hace tiempo que no tengo, con Macri cerraron muchas cosas", lamentó.
Desde la fila de los cajeros también advierten la inflación. "Tengo que venir cada vez más seguido porque la plata vuela, por suerte hay, hasta que un día no hay nada", bromeó un joven. En cambio, otros van una sola vez al cajero, como los jubilados. "Vengo a cobrar mi jubilación que es la mínima. No alcanza, así que sigo trabajando", contó Alicia. La mujer de 74 años contó que continúa trabajando de empleada doméstica. "Ojalá que mis nietos no tengan que seguir trabajando", señaló la bisabuela.
Algunos buscan los precios cuidados, "pero está difícil conseguirlo", contó otra empleada doméstica desde un supermercado de la Ituzaingó. La mujer relató que cobra 17 mil pesos por mes por una jornada de 8 horas diarias, por lo que no le alcanza y reparte todos los gastos con su hijo, desde el alquiler hasta los gastos de comida. "El compra, yo compro", indicó. "Dejamos de comprar cosas, como el aceite, varias cosas que están caras", agregó.