La deuda en pesos quedó esta semana en el centro de la escena, luego de que Juntos por el Cambio denunciara una “bomba de tiempo” y que el Ministerio de Economía defendiera que la situación es “sustentable”.
El ruido político incrementó las dudas del mercado sobre qué medidas tomará una eventual nueva administración con los compromisos, en vistas de la fuerte carga de vencimientos antes de las elecciones presidenciales, y el rollover (renovación) que consiga el Gobierno es clave para contener el precio del dólar y la inflación en un año electoral.
El próximo miércoles el Gobierno enfrentará la primera licitación del mes, donde según estimaciones de Portfolio Personal Inversiones (PPI) vencen $305.000 millones que se encuentran en manos privadas. Un resultado positivo podría dar aire al equipo económico en medio de las dudas que mantiene el mercado y que se incrementaron con los cruces entre funcionarios del equipo económico y referentes de Juntos por el Cambio.
Pero más allá de la discusión entre oficialismo y oposición, lo cierto es que los recursos que se consiguen vía endeudamiento son actualmente la principal fuente de financiamiento del Tesoro. De hecho, la consultora Ecolatina estimó que la Secretaría de Finanzas necesita una tasa de renovación del 130%, es decir positiva para cerrar el programa financiero 2023.
En un contexto normal existirían otras dos alternativas. La primera es la asistencia del BCRA con emisión, pero el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) limita esa alternativa al 0,6% del PBI para 2023. La segunda sería tomar deuda en dólares, aunque los mercados están prácticamente cerrados para el país.
El canje que lanzó en enero la secretaría de Finanzas despejó los vencimientos hasta marzo, que ahora promedian $600.000 millones por mes, pero el problema está en el segundo y tercer trimestre, cuando los compromisos se elevan a $2,2 mil millones mensuales concentrados en la previa primera vuelta presidencial de octubre, con un pico de $2,8 mil millones en julio antes de las PASO.
En ese marco, Economía prepara nuevas conversiones como las de principio de año y la que se dio en agosto de 2022, al poco tiempo de la llegada de Sergio Massa al Palacio de Hacienda. El problema es que, a pesar de la suba de tasas y los bonos duales, que son un resguardo ante un salto cambiario o inflacionario, el plazo promedio de colocación del último cuatrimestre fue de tan solo 4 meses hacia adelante, tal como señaló la consultora Invecq.
Allí se encuentra la principal tensión que enfrentará el Gobierno en los próximos meses ante la resistencia de los inversores de hacerse de títulos que vencen después del período electoral. La carga de compromisos, los idas y vueltas, y el antecedente que dejó el “reperfilamiento” que realizó en 2019 el entonces ministro de Economía de Mauricio Macri, Hernán Lacunza, complican aún más el panorama. “Una crisis de la deuda en pesos implicaría una depreciación del tipo de cambio paralelo, una caída de reservas, un salto del tipo de cambio oficial y, con esto, una aceleración de la inflación”, sintetizó PxQ.
El director de la consultora Analytica, Claudio Caprarulo, dijo a TN que la situación es “frágil” y recordó que ya hubo una muestra de las consecuencias de una crisis financiera en junio. Este escenario había precipitado, entre otras cosas, la renuncia de Martín Guzmán a su cargo.
“La crisis del 2021 terminó con la brecha cambiaria en un máximo de 160% en julio y una inflación que ese mes fue del 7,4% mensual, la más alta en dos décadas. Los inversores no se quedan con los pesos en la mano. La carga de vencimientos actual debería ser manejable, pero la pregunta es si el mercado te quiere refinanciar o no en un año de elecciones y con los cruces que vimos esta semana entre los espacios políticos más competitivos”, señaló el economista.
Para el presidente de Romano Group, Alfredo Romano, la deuda en pesos no es sostenible. “El BCRA interviene con un promedio de $3000 y $6000 millones diarios para mantener la cotización de los bonos. El crecimiento de los vencimientos se da por stock y por tasa, ya que hay títulos que pagan arriba del 112% anual y pueden no licuarse con la inflación”, mencionó.
“El riesgo es un efecto dominó en el que quien no renueva la deuda automáticamente se pasa a moneda dura con los financieros o el blue. Eso se materializa en el bolsillo con la inflación, que viene de un acumulado de 94,8% en 2022 y puede encontrar un nuevo escalón al que le asignamos altas probabilidades”, advirtió Romano.