La corrida cambiaria ya lleva casi un mes de desarrollo, cada vez alcanzando umbrales más extremos. El tipo de cambio paralelo rompió la barrera de los $1.111 en la jornada de este jueves y parece no tener techo.
La brecha cambiaria con respecto al dólar oficial superó el 175%, oficialmente en los valores más extremos desde junio de 1989. El dólar Contado con Liquidación se disparó hasta los $992, mientras que el dólar MEP al que acceden algunos usuarios de la demanda minorista rompió el techo de los $920. El proceso se sigue retroalimentando a medida que el modelo económico kirchnerista se cae a pedazos a solo dos semanas de las elecciones.
La devaluación de agosto se tomó en un contexto de nula confianza, sin un plan económico detrás, y como si fuera poco fue virtualmente “compensada” por un arsenal de medidas fiscales irresponsables que destruyeron las finanzas públicas en tiempo récord. Y de igual manera en que lo hizo con las PASO, ahora Massa apuesta a volver a sostener el congelamiento cambiario hasta después de las elecciones. Esta situación es explosiva para la formación de expectativas.
Las corridas cambiarias se producen, además de los brutales desequilibrios por el lado de la oferta, por cambios repentinos en la demanda de pesos que responden a las expectativas. Y la perspectiva para después de las elecciones es la idea de un salto devaluatorio descomunal del tipo de cambio oficial (MULC). Algunas mediciones como la del Bank of America y Goldman Sachs sugieren que podría llegar al 100% en el último bimestre del año.
La corrida responde precisamente a esta perspectiva de devaluación, la gente busca dolarizar sus carteras para protegerse de la incertidumbre, anticipando que el Gobierno no podrá sostener el sistema cambiario tal cual está planteado hoy en día.
Los pasivos remunerados del Banco Central alcanzan a representar hasta el 322% de la base monetaria, llegando a niveles incluso más elevado de los que había en el año 1989 (cuando habían alcanzado el 236% antes de la hiperinflación).
Por otra parte, el déficit fiscal del Sector Público Nacional (SPN) se disparó en por lo menos un 1,3% del PBI exclusivamente por las medidas de despilfarro que decretó Massa tras la devaluación de agosto. Estos nuevos gastos no fueron compensando de ninguna forma y el Banco Central debió acelerar la emisión de pesos para cubrir la brecha.