El “programa” de Massa para llegar a las elecciones conduce al país a atravesar el peor desastre inflacionario de los últimos 30 años. La represión financiera sobre el tipo de cambio no se podrá seguir sosteniendo.
Bajo este panorama tan adverso, el Bank of America se sumó a los pronósticos publicados por la firma Goldman Sachs, y también anticipa que el tipo de cambio oficial del dólar llegará por lo menos a los $700 para fin de año. Se estima que esto podría ocurrir durante el período de transición entre el oficialismo y el eventual nuevo Gobierno, una vez pasadas las elecciones generales y el hipotético ballotage.
Si se confirma este pronóstico, la tasa de devaluación esperada para el último bimestre del año escalará al 100%, una cifra sin precedentes en las últimas dos décadas. El peligro por una nueva y violenta hiperinflación está a la vuelta de la esquina.
Asimismo, se pronostica que el dólar oficial podría rondar los $1.000 entre el primer y el segundo trimestre del año 2024, una devaluación adicional de casi el 43% con respecto a diciembre de este año.
El ministro Massa se comprometió a mantener fijado el tipo de cambio oficial en $350 para el segmento mayorista y $366,5 para el minorista, hasta el próximo 15 de noviembre. Pero hacia fines de este mes la inflación ya logró consumir casi todo el efecto real que tuvo la devaluación de agosto, y luce muy poco creíble que pueda seguir sosteniéndose este esquema cambiario sin alteraciones.
Massa apuesta ahora por la articulación de “parches”, devaluaciones seleccionadas discrecionalmente para ciertos sectores con el fin de postergar el colapso del cepo. El llamado “dólar Vaca Muerta” apunta en esta dirección, y no se descartan nuevas paridades para nuevos sectores exportadores.
La devaluación de agosto tan solo llegó al 22,5%, y provocó un “despertar” de inflación reprimida que alcanzó el 12,4% en precios minoristas, 18% en precios mayoristas, y hasta un 30% en los bienes importados al por mayor. Solo cabe a la imaginación determinar cuán terrible podría llegar a ser un impacto devaluatorio del 100% en solo dos meses.
Bastaría con que se produzca un traslado (por inflación reprimida) de tan solo la mitad de la devaluación para que el país entrara, de manera estrictamente oficial, en una situación de hiperinflación. Para fin de año Argentina podría llegar a registrar la tercera hiperinflación de su historia, después de la que vivió entre mayo y julio de 1989, y más tarde entre diciembre de 1989 y marzo de 1990.
En ambos casos, la hiperinflación se produjo tras un fuerte salto cambiario en el segmento oficial. El tipo de cambio oficial se disparó hasta un 321% en abril de 1989, y en diciembre de 1989 aumentó un 124% tras el colapso del Plan Bunge & Born.
Los estallidos cambiarios suelen ser precedentes de las hiperinflaciones, e inducen a una fuerte caída de la demanda de dinero (masivos retiros de depósitos para comprar dólares). Este panorama tan adverso y caótico será el punto de partida para el eventual próximo Gobierno que asuma el 10 de diciembre.