Hacia la tercera semana del mes de agosto el ministro Sergio Massa anunció una fatídica devaluación del orden del 22,5% sobre los segmentos del tipo de cambio oficial. El dólar mayorista quedó fijado en los $350, mientras que el minorista se estableció en una paridad de $366,5 respectivamente.
La devaluación de agosto no fue sino la consecuencia de haberse postergado sistemáticamente un salto mayor del dólar a lo largo de la gestión de Massa, que se negó en reiteradas oportunidades a esta opción.
El salto del mes pasado pretendía favorecer la acumulación de reservas y postergar el colapso del cepo cambiario, pero lo cierto es que la mayor parte de sus efectos reales ya fueron compensados por el salto de los precios.
El IPC del INDEC marcó una suba del 12,4% solamente en agosto, y para septiembre las consultoras privadas proyectan una cifra aún apostada en los 2 dígitos. Según las mediciones de la consultora 1816, casi la mitad del salto en el tipo de cambio real ya fue consumido por la inflación en lo que va de septiembre.
De acuerdo a las proyecciones sobre el índice CER, para el día de las elecciones generales de octubre el tipo de cambio real ya habrá caído nuevamente al mismo nivel que tenía antes de la devaluación de agosto (un valor atrasado e insostenible para un Banco Central sin reservas).
La situación es aún más dramática si se tiene en cuenta que el ministro Massa postergó la corrección del tipo de cambio hasta la segunda semana de noviembre. Si el congelamiento continuara sin cambios hasta la fecha de un eventual ballotage, entonces el tipo de cambio real retrocedería a los niveles más bajos desde octubre de 2022.
Como el Banco Central no tiene forma de seguir conteniendo un atraso cambiario de tales magnitudes mediante el uso reservas, la única forma que tiene el Ministro para llevar a cabo su promesa será seguir expandiendo la deuda externa (que no puede conseguir), o bien continuar estrangulando el volumen de importaciones mediante restricciones cualitativas.
Esta última opción es particularmente peligrosa, ya que la economía entró en recesión desde el tercer trimestre del año pasado, y la limitación de insumos importados solo conseguiría profundizar el proceso todavía más.
Como si todo esto no fuera suficiente, entre noviembre y diciembre no solo tendrá vencimiento el actual sistema cambiario, sino también los congelamientos sobre una gran variedad de bienes y servicios, entre ellos los medicamentos, las prepagas, las tarifas de servicios públicos, y se desvanecerán los acuerdos en Precios Justos acordados con las empresas.