El candidato Javier Milei promete cerrar la institución del Banco Central, y de esta manera terminar con el instrumento que posibilita la dominancia fiscal sobre la política monetaria.
El BCRA fue la génesis de un largo y casi inacabable período de tasas de inflación descontroladas, un proceso que terminó licuando el poder adquisitivo de los salarios, incrementó la prima de riesgo para el endeudamiento externo y forzó la desaparición casi absoluta del crédito inmobiliario a largo plazo (por ejemplo en el mercado hipotecario), entre muchos otros costos para la sociedad argentina.
Con este prontuario tan desolador, el equipo de Milei avala la eliminación de la institución tal y como la conocemos hoy, virtualmente eliminado la posibilidad de seguir monetizando el déficit fiscal y con ello falsificar el valor de la moneda (algo abiertamente contrario con el mandato de la Constitución Nacional).
Los argumentos que justifican la eliminación del Banco Central y defienden la adopción del dólar
El eje fundamental para poder justificar una maniobra de estas características es la falta de credibilidad que podría tener cualquier intento convencional de plan de estabilización, como los muchos que se aplicaron en el país desde la segunda mitad del siglo XX y hasta el día de hoy.
Como explica el economista Nicolás Cachanosky (que no forma parte del equipo de Milei pero defiende la eliminación del BCRA como tal) para que una reforma monetaria sea verdaderamente creíble requiere de por lo menos dos condiciones: debe ser técnicamente consistente, y debe ser institucionalmente creíble a través del tiempo.
Una gran cantidad de programas, incluyendo la propuesta del economista Carlos Melconian, abogan por una consistencia técnica impoluta, y a partir de eso prometen erradicar la inflación. Pero lo cierto es que hubo muchos otros programas “consistentes técnicamente” que fracasaron en los últimos 70 años, y el problema fue la credibilidad.
El Banco Central no es una institución creíble, porque no existe ninguna garantía para limitar el accionar del Poder Ejecutivo en caso de que requiera financiamiento para cerrar su restricción presupuestaria. La tasa de inflación anual promedió el 130% desde la creación del BCRA, y hasta el 190% desde su nacionalización tras la reforma financiera de 1946.
Solamente desde la vuelta de la democracia hubo hasta 23 presidentes al frente del BCRA, con una duración promedio de tan solo un año y medio (570 días aproximadamente). Este umbral es mucho más bajo al que tienen la mauyor parte de los países de la región, por no mencionar a las economías desarrolladas.
A diferencia de otros países, en Argentina las reglas de juego también fueron incesantemente cambiantes. Desde su creación en 1935 sufrió 7 modificaciones de su carta orgánica, las cuales alteran notoriamente su grado de independencia en línea con la inclinación política de los sucesivos gobiernos de turno.
Estos cambios se instrumentaron a través de las siguientes leyes y/o decretos: decreto-ley 14.957/1946 (1946); ley 13.571 (1949); decreto-ley 14.570/1956 (1956); ley 20.539 (1973); ley 24.144 (1992); ley 25.562 (2002); y ley 26.739 (2012). La idea de que simplemente con una nueva modificación se logre la creatividad no luce factible, porque nada garantiza que en el futuro no se vuelva a modificar.
¿Qué significa todo esto? Que la credibilidad de un eventual nuevo régimen monetario no puede depender del ministro de Economía de turno o del presidente del BCRA de turno (ni de Melconian ni del equipo de la Fundación Mediterránea), sino que es necesaria un ancla institucional, una regla creíble y duradera. La convertibilidad fue un ejemplo cabal en este sentido, y la dolarización pretende redoblar la apuesta en el mismo camino.
La adopción del dólar en reemplazo del peso no es sino la alternativa que los argentinos voluntariamente escogieron para defender el poder adquisitivo de sus ahorros. La reforma de Milei apunta a garantizar la libre elección de la moneda, y en el caso argentino esto es equivalente a sustentar la dolarización.