Los controles de precios del Gobierno kirchnerista de Sergio Massa están provocando la consecuencia más fácil de anticipar de la historia: el desabastecimiento en las góndolas de los supermercados. Más de 3.000 años de historia brindan la experiencia empírica de que cuando se controlan los precios, aparece la escasez.
En los últimos meses, cada vez es más común toparse con góndolas vacías o con muy pocos productos, y en caso de todavía tener productos a disposición, se observa una variedad cada vez menor de los mismos. Los principales damnificados de esta situación son los consumidores finales.
Este problema tiene nombre y apellido: el programa “Precios Justos” que lanzó Sergio Massa es el principal responsable del desabastecimiento que sufre el país en los supermercados. Pese a ser catalogado como un “acuerdo” en el cual el Gobierno ofrece beneficios impositivos y regulatorios a cambio de controles, lo cierto es que la Secretaría de Comercio tiene un tratamiento casi extorsivo cuando negocia con las empresas.
Massa ha logrado utilizar el cepo para amenazar a los comercios, ya que les dice que si no aceptan “Precios Justos”, les cortará el acceso al mercado cambiario oficial. En la práctica, el programa funciona como un control de precios propiamente dicho.
Massa renovó los controles hasta el próximo 31 de diciembre, cuando los mismos tenían fecha de vencimiento para el 31 de octubre. A estos efectos, y con el fin de morigerar el desabastecimiento lo máximo posible dentro del marco de los controles, el Gobierno decidió prorrogar los vencimientos para el pago de adelantos de impuestos y de obligaciones de seguridad social.
También se suspendieron las cargas sobre la compra de divisas para algunas operaciones de importación, y la eliminación de algunas retenciones muy puntuales para mercaderías seleccionadas. Pero pese a todos estos estímulos impositivos, no se logró contener el desabastecimiento, sino simplemente limitarlo.
Los precios de reposición siguen subiendo en el mercado mayorista, y los incentivos fiscales no fueron suficientemente grandes como para compensar este efecto. En consecuencia, los productores tienen que cobrar precios cada vez más retrasados en comparación con lo que les cuesta reponer los bienes que se venden, y la operación de un negocio en estas condiciones es inviable.
El desabastecimiento también llegó al sector de la salud, fuertemente influenciado por las restricciones a las importaciones a través del sistema SIRA que Massa lanzó en octubre del año pasado. Se registran faltantes de medicamentos en farmacias y centros hospitalarios.
La falta de insumos de cardiología despertó una especial preocupación en la población y en las empresas prestadoras de servicios de salud. Las organizaciones cardiológicas advierten por un muy probable aumento de la mortalidad en los pacientes afectados si no se normaliza el volumen de las importaciones.
Los parches aplicados por Massa, entre ellos el cepo cambiario, el sistema SIRA y los controles de precios, no resuelven el problema que se encuentra detrás: la inflación descontrolada y su origen en el déficit fiscal del Tesoro.