Suele escucharse que la Argentina tiene mala suerte, que las personas que ocupan roles decisivos hacen todo mal y que el fracaso es el destino, pero el universo vitivinícola tiene un ejemplo que desmiente todo lo anterior: el malbec.
Esta cepa llegó al país en 1853, de la mano del agrónomo francés Michel Aimé Pouget. El gobierno de Mendoza lo había contratado para fundar la Quinta Normal de Agricultura en esa provincia. Parte de su tarea era introducir cepajes franceses -como el cabernet sauvignon, el merlot- y estudiar su reproducción. Así, advirtió que esta se daba en suelo argentino con un carácter excepcional.
En esa particularidad estuvo la cuota de suerte, pero aprovecharla fue un mérito de toda la industria. Claro que hubo que esperar muchísimo: recién en la década de 1990, con la tecnificación de las bodegas, su trabajo conjunto, y la llegada de consultores internacionales, como Michel Rolland y Paul Hobbs, el malbec se alzó como la carta de presentación de la Argentina en el mundo.
Desde entonces a esta parte, la cepa insignia del país vivió una historia intensa que, por fortuna, todavía tiene nuevos capítulos por escribir.
Capacidad de adaptación
Los primeros malbec en ganar popularidad se caracterizaban por ofrecer aromas a fruta roja madura, taninos dulces y un paso por madera bien marcado. "Fue una novedad que conquistó un espacio del mercado internacional y puso a la Argentina en el mapa mundial. Luego ese estilo empezó a estancarse en ventas, el mundo empezó a pedir vinos más frescos y delicados, con facilidad de tomar, como ofrecían otros países", cuenta Hervé Birnie-Scott, director de Terrazas de los Andes.
El malbec tenía la plasticidad para adaptarse al cambio y las bodegas argentinas fueron hábiles y rápidas en pegar el volantazo. La variedad mostró otra cara, también podía dar vinos más ligeros y frescos, menos alcohólicos, con buena acidez y aptos para hacer refill de copas.
Esta demanda de los consumidores implicó la adopción de un nuevo paradigma por parte de los winemakers. "Los consumidores hoy buscan vinos para sentir placer, más suaves al paladar, por eso venimos trabajando hace mucho en nuestros viñedos y también en el proceso de elaboración y crianza: preservamos el punto de madurez para conservar acidez natural, buscamos menos impacto de la madera y un manejo adecuado de la maceración", señala Alberto Arizu, CEO de la bodega Luigi Bosca.
Familia Schroeder, bodega neuquina que tiene presente al malbec en todas sus líneas.
La versatilidad del malbec también se advierte en su capacidad para mostrar el terroir. Podría decirse que es una cepa transparente, incluso cuando se habla de distancias muy cortas, y esa virtud también hace match con la preferencia actual de elegir vinos que expresen lugares.
Santiago Mayorga, enólogo de las bodegas Nieto Senetiner y Cadus Wines, explica que "por lo menos en la Argentina, el malbec se adapta a distintos terruños dando características diferentes, por eso es una expresión muy particular del paisaje, del lugar, del suelo, del clima, y del factor humano".
En su línea Single Vineyard, por ejemplo, Cadus, tiene un malbec proveniente de Finca Las Torcazas, en Agrelo, que expresa cómo se da allí esta variedad: intensidad de fruta, taninos sedosos y concentrados; mientras que Viña Vida, ubicada en Los Chacayes, Valle de Uco, tiene notas más especiadas y un tanino algo tenso.
Bodega Lagarde es otro ejemplo. Entre sus etiquetas cuenta con malbec de diferentes zonas de Luján de Cuyo (Drummond, Perdriel, Agrelo), que se distinguen por la presencia de fruta madura y taninos tersos; y otros de Gualtallary, Valle de Uco, donde aparecen notas más herbales y acidez marcada.
Para José Lovaglio Balbo, gerente de Enología de Susana Balbo, este camino de diferenciación se va a profundizar, ya que el cepaje como revelador de la identidad del lugar marca el camino a seguir: "Cada vez habrá mayor entendimiento de lo que entrega el malbec en cada zona y se irán consolidando los estilos distintivos de la variedad para cada indicación geográfica (IG). Esto va a demandar coordinación entre productores para llegar a consensos y a vinos que permitan entender a los consumidores cuál es el estilo más representativo para cada zona".
Claro que las diferencias se exacerban cuando se trata de diferentes provincias.
"En los Valles Calchaquíes, especialmente en Cafayate, los malbec tienen como toque distintivo la concentración y el especiado, esto se debe al rol fundamental que juega la altura", explica Carlos González, enólogo de Bodega Etchart.
Los viñedos de malbec más altos del mundo se encuentran en esta zona, con altitudes que van de los 1700 a los 3300 metros sobre el nivel del mar.
"El clima extremo, con veranos más moderados y buena amplitud térmica, da vinos que presentan aromas y texturas diferentes al resto, de ahí que el malbec patagónico, se caracterice por su intenso aroma frutal y floral, y taninos muy presentes, pero dóciles", detalla Leonardo Puppato, enólogo de Familia Schroeder.
En Bodega Puna, ubicada en Cachi, ya están trabajando en viñedos que cruzan esa frontera: plantaron viñas de malbec a 3400 m.s.n.m. y esperan la primera cosecha dentro de 3 años.
El otro extremo de país ofrece otras particularidades. En la Patagonia, el clima más frío hace que las uvas tengan mayor nivel de acidez, lo que en la copa se traduce como frescura.
"El clima extremo, con veranos más moderados y buena amplitud térmica, da vinos que presentan aromas y texturas diferentes al resto, de ahí que el malbec patagónico, se caracterice por su intenso aroma frutal y floral, y taninos muy presentes, pero dóciles", detalla Leonardo Puppato, enólogo de Familia Schroeder, bodega neuquina que tiene presente al malbec en todas sus líneas.
"La Patagonia es una zona fría y se puede hablar de un malbec de esta zona fría que surge de las bajas temperaturas combinadas con mucha cantidad de horas de luz y fuertes vientos, esto produce un sabor diferente de malbec", indica Felipe José Menéndez, viticultor de Bodega Ribera del Cuarzo y agrega que "la Patagonia se expresa por encima de la variedad, malbec en este caso".
El futuro llegó hace rato
Allá por 2010 surgió un debate, ¿la Argentina podía descansar apostando solo al malbec o tenía que diversificar esfuerzos y apostar a una segunda variedad? ¿Se trataba solo de una moda o una buena racha?
En ese marco, se decía que la bonarda tenía todo el potencial para convertirse en el próximo hit, ya que también ofrecía un rasgo distintivo: ningún otro país tiene tanta bonarda plantada como la Argentina, de hecho aquí es la segunda variedad tinta en importancia, mientras que en el mundo apenas se cultiva -y en cantidades ínfimas- en algunas zonas de Saboya, Francia, de donde es oriunda, y en Napa Valley, California.
Pero quedó demostrado que después del malbec, había más malbec. Por un lado, se dio esta adaptación al nuevo estilo que demandaba el mercado, y también se lo empezó a vinificar de otras formas: rosados, espumantes, claretes, Pét-Nat y hasta blanc de malbec o white malbec, como se llama a los vinos blancos elaborados con esta cepa.
Aunque el malbec no es culpable de esta caída en los números, de hecho, tiene una participación del 67 por ciento en las ventas de varietales en el mercado externo.
La bodega Familia Salas Organic Estate fue una de las primeras en apostar a esta innovación: "Cuando pensamos en el blanco de malbec solo dos bodegas lo tenían, y eran convencionales, ninguno con certificación orgánica, como iba a tener el nuestro, así que nos lanzamos al desafío", cuenta Ramiro Salas, alma mater y winemaker de la bodega.
A la etiqueta, que nombraron Acariciado, le fue muy bien, tanto que ahora destinan a este vino un 20 por ciento de su producción y para 2024 proyectan incrementar esa cifra debido a la "fuerte demanda que crece añada tras añada".
Los blancos de malbec ofrecen lo mejor de dos mundos: el volumen en boca que aporta una variedad tinta y la frescura y la acidez más marcada de los blancos. "Tal vez no hay por el malbec el fervor que hubo hace unos años, pero es una variedad que siempre va a tener adeptos. Además, permite infinitas interpretaciones y absorbe muy bien los pequeños detalles, esto hace que con esta variedad, más que con otras, se pueda mostrar cosas bien diferentes", indica Matías Fraga, dueño y socio de Maal Wines, bodega que solo elabora vinos con esta cepa.
Las novedades van más allá de nuevas categorías de productos, el malbec tranquilo clásico también es terreno para la creatividad: "Todos los enólogos seguimos innovando con esta cepa, armamos blends de zonas, de suelos, de diferentes clones... es una variedad que le gusta a la mayoría de los consumidores y todavía hay mucho por hacer", explica Puppato.
Birnie-Scott considera que la variedad tendrá un "futuro brillante siempre y cuando los vinos tengan tipicidad de terruños específicos" y avizora una mal pronóstico para los malbec en "los segmentos bajos, ya que las condiciones cada vez más extremas, con escasez de agua y más cantidad de accidentes climáticos, como heladas, obligan a apuntar a la calidad más que al volumen".
For export
La Copa del Mundo es de Argentina, pero solo en materia de fútbol, es que cuando se trata de vino, el país llena cada vez menos copas. Según informó el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en los primeros seis meses de 2023, el volumen exportado cayó un 31,7 por ciento respecto al mismo periodo de 2022.
Aunque el malbec no es culpable de esta caída en los números, de hecho, tiene una participación del 67 por ciento en las ventas de varietales en el mercado externo. Y todas las bodegas consultadas nombran a este varietal como líder de sus exportaciones. Es que, como explica Lovaglio, "sigue habiendo atracción frente al consumidor. Que se venda menos no significa que el consumidor ya no lo elija. Pasan muchas otras cosas en el medio que nada tienen que ver con la calidad del producto o lo atractivo del varietal".
Finca Los Nobles, de Luigi Bosca, en Luján de Cuyo.
Dolores Lavaque, directora de la consultora especializada en vino STG, agrega otro dato: "La caída de exportaciones se ve en los segmentos bajos por una cuestión cambiaria y no por una cuestión de demanda; lo poco competitivo son los vinos entry level o de batalla".
Desde su experiencia, Fraga, de Maal Wines coincide: "Venimos creciendo en exportaciones de la mano de nuevos mercados que empiezan a buscar malbec de especialidad. Creo que hay un cambio de tendencia positivo, se dejan de ver góndolas atestadas de malbec barato y aparecen muy buenos malbec en cartas de restaurantes y wine bars del mundo".
La tendencia a la premiumización se advierte en casi todos los mercados, incluso aquellos golpeados por la inflación, como la Argentina y los Estados Unidos. A nivel global, la decisión de los consumidores parece centrarse en beber menos, pero mejor.
Desde Domaine Bousquet, la mayor bodega productora y exportadora de vino orgánico certificado del país, lo avalan: "Aunque en términos generales las ventas han caído, nosotros no tuvimos un descenso en la exportación de malbec porque ofrecemos calidad; y esa es la clave. Mientras la Argentina siga elaborando alta calidad, va a mantenerse fuerte en el mercado internacional".
Lo cierto es que después de un ciclo favorable que inició en 2001, y tuvo sus picos en 2012 (365 millones de litros) y 2020 (395 millones de litros), el último trienio cortó la racha.
La versatilidad del malbec se advierte en su capacidad para mostrar el terroir. Esa virtud va con la preferencia actual de elegir vinos que expresen lugares.
Esta disminución se inscribe en un contexto global que acompaña. Según informó la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), el consumo mundial decrece desde 2018, salvo la recuperación post pandemia, y en 2022 cayó un 1 por ciento.
Además, señalan que durante el año pasado, "las exportaciones de vino se vieron gravemente afectadas por la elevada inflación y las disrupciones en la cadena de suministro mundial (...) lo que se tradujo en un menor volumen global de vino exportado a un precio medio mucho más alto (+15 por ciento en comparación con 2021)".
Más allá de cuestiones globales, Arizu señala que "la Argentina sigue siendo un país cerrado al mundo y no prioriza la exportación en general y nuestros vinos, más allá del prestigio que hemos ganado, sufren las vicisitudes de un mercado cerrado y muy difícil para exportar".
Claro que el malbec no es la única forma de regar el mundo con vino argentino, "podemos mostrar diversidad con otras variedades como blancos, tintos ligeros y otros tintos. Creo que se amplía la paleta de opciones que tenemos para mostrar en la Argentina: con la subida de viñedos cada vez más arriba en el Pedemonte; la presencia en distintas latitudes, desde el sur en Trevelin hasta muy alto en Jujuy, estas variedades le dan momentum a la Argentina", indica Mayorga.
Arizu destaca la calidad de los vinos blancos y señala que la bodega está trabajando fuerte en el cabernet sauvignon para "competir con los mejores del mundo, tenemos con qué".
Los cabernet sauvignon argentinos están dando mucho que hablar, pero por ahora es un descubrimiento que llega a través del boca a boca. "En las ferias internacionales el cabernet sauvingnon funciona super bien, lo prueban y quedan encantados, pero después terminan comprando pallets de Malbec, es la insignia del país", concluye Rogelio Rabino, enólogo de Finca Flichman.
Esta nota se publicó originalmente en el número 357 de revista Apertura.