El pastel de papa es de esos platos que huelen a casa, a reunión de domingo, a infancia. Cuando está bien hecho —con carne sabrosa, puré cremoso y un buen gratinado— es imposible no volver por una segunda porción. En esta guía, te contamos cómo prepararlo paso a paso para que salga bien jugoso por dentro, dorado por fuera y con ese sabor que siempre conquista.
Elegí una carne con sabor y textura
La base del pastel es la carne picada. Lo ideal es usar carne vacuna con algo de grasa (como roast beef o paleta), porque eso le da jugosidad al relleno. Podés mezclar con un poco de cerdo si querés sumar profundidad de sabor. Dorala bien en sartén con cebolla y morrón, y no te olvides del ajo y condimentos como pimentón, comino o ají molido.
Sumale un toque criollo al relleno
Para que el pastel tenga ese gustito clásico, no pueden faltar algunos ingredientes que levantan todo:
- Huevo duro picado
- Aceitunas verdes o negras
- Un chorrito de vino tinto o caldo
- Pasas de uva (si sos del team pasas)
Cociná todo junto unos minutos y dejá enfriar antes de armar el pastel. Así el puré no se hunde ni se mezcla.
Armado y gratinado con truco
- Hacé el puré con papa blanca (idealmente harinosa), manteca y leche caliente.
- Condimentalo con sal, pimienta y nuez moscada. La clave es que quede cremoso pero no demasiado líquido, para que sostenga el pastel. Si querés un extra de sabor, sumale un poco de queso rallado o yema batida.
- En una fuente aceitada o enmantecada, colocá una capa de puré, luego el relleno de carne, y cerrá con otra capa de puré. Marcá con el tenedor la superficie y espolvoreá con queso rallado.
- Llevá al horno fuerte hasta que se gratine bien (unos 15-20 minutos). También podés sumarle unos trocitos de manteca arriba para dorar mejor.
El pastel de papa casero no necesita sofisticación: necesita cariño, buenos ingredientes y respetar los tiempos. Con una carne bien condimentada, un puré sabroso y un gratinado tentador, vas a tener un plato que siempre arranca elogios. Ideal para esos días frescos en los que el cuerpo (y el alma) piden comida reconfortante.