El ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro pasa sus días en Orlando, en el centro de Florida, Estados Unidos; tras evadir la ceremonia de investidura de su sucesor, Luiz Inácio Lula da Silva, que se llevó a cabo el domingo pasado.
Estuvo caminando por las calles de un condominio de casas y saludando a personas que se le acercaban para tomarse fotos con él. Según fuentes consultadas por la agencia de noticias EFE, se está hospedando en una casa del deportista brasileño José Aldo da Silva, luchador de artes Marciales Mixtas (MMA), quien ha sido uno de sus aliados.
Bolsonaro partió el viernes de Brasil en el avión presidencial, poco después de dirigirse a sus seguidores y pedir una dura oposición al próximo Gobierno, y llegó en horas de la noche a Orlando.
Previo a viajar hacia Estados Unidos, Bolsonaro rompió el casi absoluto silencio que mantuvo desde las elecciones de octubre pasado, pero no hizo alusión alguna a su intención de dejar el país antes de la toma de posesión del presidente electo.
En 2020, el mandatario visitó Florida, y en esa ocasión se alojó en el club Mar-a-Lago del ex presidente estadounidense Donald Trump (2017-2021), en Palm Beach.
Tanto Bolsonaro como Trump, se han rehusado a reconocer la victoria de sus contendientes presidenciales, Lula y el presidente Joe Biden, respectivamente.
Trump tampoco acudió a la ceremonia de investidura del demócrata Biden en enero de 2021 y prefirió refugiarse también en Florida, en su club costero de Mar-a-Lago.
Ambos fueron aliados políticos durante sus mandatos y sostuvieron en marzo de 2020 reuniones en el club Mar-a-Lago, demostrando así su afinidad no solo en sus políticas y su nacionalismo a ultranza sino en el estilo y la manera de comportarse.
El acto de investidura de Lula se celebró el domingo en Brasilia, en la Explanada de los Ministerios, con la presencia de una veintena de jefes de Estado y de Gobierno, y unas 300.000 personas.
La vigilancia en esta ciudad se intensificó el viernes debido a amenazas que han surgido en unos radicales grupos de ultraderecha que respaldan a Bolsonaro, que en las últimas semanas han protagonizado protestas violentas en esa ciudad.
Un miembro de esos grupos fue detenido después de que instaló una bomba en un camión cisterna que se dirigía al aeropuerto, donde planeaba provocar la explosión.
Esos ultras más violentos están vinculados a grupos que, desde el 31 de octubre pasado, un día después de las elecciones, acamparon en las puertas de los cuarteles para exigir un golpe que impida la investidura de Lula y mantenga a Bolsonaro en el poder. Sin embargo, Bolsonaro desalentó a los violentos.
“No vamos a creer que el mundo acaba este 1 de enero” con la investidura de Lula, declaró sollozando en un directo por sus redes sociales, e instó a sus seguidores a “no tirar la toalla ni dejar de hacer oposición”, aunque pidió que sea en forma pacífica.