El autotransplante de células madre del propio paciente puede ralentizar e forma segura la progresión del primer tipo de esclerosis múltiple.
Así se desprende de un estudio de la Universidad de Uppsala, en Suecia, que se ha llevado a cabo en la última década. Los resultados, publicados en la web del Journal of Neurology Neurosurgery & Psychiatry, son esperanzadores para aquellos que sufren esta enfermedad autoinmune y da un importante paso en la búsqueda de una terapia que la desactive.
La técnica no es nueva. Se trata es de extraer células madre de la médula ósea o de la sangre del afectado, que reciben el nombre de hematopoyéticas, para luego autotrasplantárselas, a lo que se añade tratamientos con quimioterapia y anticuerpos. Y ya se usa en para tratar otro tipo de afecciones, como algunos tipos de cáncer. Lo nuevo es que esto se ha aplicado en personas con esclerosis múltiple y se han obtenido buenos resultados.
Según indican en el ensayo clínico, queda demostrado que es un tratamiento «adecuado» para tratar «la esclerosis múltiple del tipo recurrente» y que se caracteriza por distintos brotes inflamatorios que causan diferentes grados de discapacidad. Los investigadores suecos han tratado a 231 pacientes (el 64% mujeres) con una edad media de 30 años. De ellos, 149 tenían alguna discapacidad y más de la mitad (80) mejoraron con el tratamiento. 55 personas más permanecieron estables y solo un 9% (es decir, 14 enfermos) empeoraron.
Con estos números sobre la mesas, los expertos que han participado en la investigación se muestran optimistas. «Creemos que el autotrasplante de células madre hematopoyéticas (TCMHa) podría beneficiar a los pacientes de esclerosis múltiple y que debería incluirse como tratamiento estándar para aquellos que la sufren en modo muy activo», detallan. Aunque advierten que también es necesario realizar más estudio para poder usar el tratamiento en los hospitales.
Los detalles del estudio
El TCMHa no está incluido en la mayoría de directrices clínicas nacionales. Y este fue el punto de partido de la Universidad de Uppsala para realizar el estudio: evaluar su seguridad y eficacia. De los 231 pacientes seleccionados para el estudio, 174 habían sido autotrasplantados antes de 2020 (el primero, en 2004).
Por término medio, todos ellos (salvo en 23 casos) llevaban más de 3 años con la enfermedad y habían recibido una media de dos lotes de tratamiento estándar (fármacos modificadores de la enfermedad) antes. Tres años después del autotrasplante, 20 enfermos recibieron un fármaco modificador de la enfermedad.
El estudio sueco ha demostrado que no había indicios de actividad de la enfermedad en el 75 % (casi 3 de cada 4) de las personas tratadas después de 5 años y en casi dos tercios (65%) después de 10 años. Asimismo, entre los 149 pacientes con alguna discapacidad al principio por la esclerosis múltiple, más de la mitad (54%) mejoraron, algo más de un tercio (37%; 55) permanecieron estables y alrededor de 1 de cada 10 (9%) empeoraron.
Efectos secundarios
Por término medio, un paciente tuvo 1,7 recaídas en el año anterior al autotrasplante, y 1 recaída cada treinta años después. Asimismo, cinco pacientes necesitaron cuidados intensivos y 61 desarrollaron una infección bacteriana en los 100 días posteriores al tratamiento. La neutropenia febril (recuento bajo de glóbulos blancos acompañado de fiebre alta) fue el efecto secundario más frecuente, en un 68% de los casos.
De igual modo, se estudiaron otras infecciones víricas en 23 pacientes: en 3 se documentó una reactivación del herpes zóster y en otras 3 se confirmó una infección fúngica localizada. Ninguno falleció como consecuencia del tratamiento.