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El viaje del Papa al país está en marcha y el Vaticano prepara su llegada para los primeros meses del 2024

Cerrado el 2023 electoral, marzo, abril y mayo del año próximo serían los meses más convenientes para la visita del pontífice a la Argentina.

El viaje del Papa al país está en marcha y el Vaticano prepara su llegada para los primeros meses del 2024

En el Vaticano comenzaron los análisis previos a la organización del viaje del Papa Francisco a la Argentina para principios de 2024, siguiendo los protocolos habituales que se aplican a toda visita de un pontífice a un país.

Aunque ya se descontaba que su venida a Sudamérica iba a incluir a Uruguay, todo indica que también abarcará el sur de Brasil, muy probablemente la ciudad de San Pablo y el cercano santuario de la Virgen de Aparecida.

Paralelamente, la Iglesia argentina puso en marcha en los últimos días una estrategia tendiente a que tras las elecciones baje un poco la tensión política y haya acuerdos básicos entre los espacios políticos. Esto -además de los beneficios para el país- tendría un impacto directo en la visita papal: disminuiría el riesgo de que todo lo que haga y diga Francisco sea objeto de controversia y pueda contribuir al mejor clima de convivencia.

En las entrevistas que brindó a medios argentinos con motivo del décimo aniversario de su pontificado, que se cumplió el 13 de marzo, Francisco dejó en claro que quiere venir a su país. Obviamente, no este año por haber elecciones. Marzo, abril y mayo del próximo empezaron a considerarse los meses más convenientes luego del período veraniego y con una temperatura más amigable para las concentraciones al aire libre.

En los últimos meses Jorge Bergoglio empezó a tener definiciones fuertes respecto de su país que algunos observadores consideraron que fueron para “despegarse” del kirchnerismo, mientras que en la Iglesia dicen que lo hace para dejar en claro su prescindencia partidaria y así descontaminar políticamente su viaje. En rigor, su relación con el presidente Alberto Fernández está muy deteriorada y tampoco fue óptima con Cristina Kirchner hacia el final de su presidencia.

De hecho, el Papa sorprendió en enero durante una entrevista con una agencia de noticias norteamericana al expresar su preocupación por la extendida pobreza y la alta inflación en su país debido, dijo, a “las malas administraciones”. En tanto, el mes pasado -en un mensaje a un encuentro sobre minoridad realizado en Paraná- denunció la “dramática magnitud” de la pobreza entre los menores.

Acaso lo que más impactó fue su reciente revelación de que el gobierno de Cristina había presionado a los jueces para que lo condenaran por delitos de lesa humanidad en la causa ESMA tras un campaña del periodista Horacio Verbitsky en la que lo acusaba de haber “entregado” a la última dictadura a dos sacerdotes jesuitas que se desempeñaban en una villa porteña y por la que fue absuelto.

Ahora, Francisco tiene previsto este 25 de Mayo conectarse con la sede argentina de Scholas Occurrentes, en la villa 31 de Retiro, con motivo del décimo aniversario de esa organización que brega por una educación inclusiva y con valores bajo su impulso. Habrá que ver si allí formula otra definición con voltaje político que la coincidencia con la fecha patria torna propicia.

Mientras tanto, los cien obispos de todo el país decidieron en su última asamblea plenaria, realizada en abril, seguir promoviendo la búsqueda de grandes acuerdos entre los espacios políticos, pero no limitándose a exhortaciones públicas como lo vienen haciendo, sino proponiendo a los dirigentes una serie de “pautas básicas para la construcción de consensos”.

Con tal motivo le encargaron su realización a la Comisión Justicia y Paz, conformada por expertos en diversas disciplinas y que depende de la Conferencia Episcopal, que definió diez puntos, entre los que sobresale la promoción de “la transparencia e independencia del poder judicial respecto del poder político” y el combate a la corrupción.

También se propone en primer lugar “trabajar por la dignidad de todas las personas, en particular los más pobres y débiles, cuidando la vida desde su inicio hasta su fin natural” e “implementar políticas de desarrollo sustentable y estabilidad económica, estimulando la generación de trabajo digno” y “facilitando las inversiones necesarias”.

Además, se señala la necesidad de “fortalecer y extender la educación (…) libre de toda ideología reducida”, de “incrementar el cuidado de las personas que sufren problemas de adicción” e “intensificar la lucha contra el narcotráfico y la trata de personas, ampliando la protección a las mujeres”, entre otras pautas.

Parece difícil, sino imposible, que los frentes electorales, enfrascados en la competencia electoral puedan siquiera comenzar mínimos contactos con vistas a avanzar en un diálogo en pos de los grandes acuerdos, pero la Iglesia cree con la difusión ahora de sus pautas que el objetivo debe estar presente en la campaña.

Será la tercera vez que la Iglesia tratará de entusiasmar a los candidatos. Lo hizo en las dos últimas elecciones presidenciales reuniéndose con los principales aspirantes que expresaron su acuerdo con la idea, pero que al llegar al gobierno la desecharon pensando que solos podían sacar el país adelante.

Los obispos apuestan a que el hecho de que la crisis se profundizó a tal punto que sin los planes sociales más de la mitad de los argentinos es pobre y que la inflación anual supera cómodamente el cien por ciento, sumado a la inseguridad, haya generado una mayor toma de conciencia entre los políticos.

Pero el gran obstáculo es una grieta creada por el kirchnerismo y a la que contribuyó Mauricio Macri durante su presidencia. Grieta en la cual el propio Francisco cayó, lo que dificultó su venida al país. Hará falta mucho patriotismo para sortearla. Vale la pena intentarlo.

El cambio de gobierno abre una nueva oportunidad. Francisco quiere venir a coronar el inicio de una Argentina mejor.


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