El mensaje era claro. “Nos invitaron a una fiesta a la noche. Un jeque”. Lo leyeron y no entendían. Creyeron que era una broma, una cargada. Pero no, la propuesta era real. Y pasaron a la siguiente instancia de incredulidad, más vinculada al temor. Pero están en Qatar, en una cultura distinta, digna de ser devorada para nutrirse de otra mirada. Y se lanzaron a la aventura. A la hora pautada, se subieron a un transporte de la famosa aplicación a nivel mundial. Viajaron casi media hora. En el camino, el chofer ya los empezó a preparar para lo que se avecinaba.
Javier, Luciano, Ale y Lionel son grupo de hinchas argentinos provenientes de Córdoba, Buenos Aires y Rosario que trabaron amistad durante el último tiempo en Australia, a donde viajaron como cientos de jóvenes para vivir una experiencia distinta que combina sueldos interesantes en dólares y la posibilidad de transitar por veredas alejadas de las de su ciudad. Pero nada se asimila a lo que atravesaron en las últimas horas en un barrio ubicado al norte de Doha.
“Estábamos en un bar y una de las chicas recibe un mensaje de que a la noche estábamos invitados a una fiesta. Resulta ser que el que organizaba la fiesta era un jeque. Al principio dudamos, pensamos que nos estaban tomando para la joda. Dijimos ‘vamos, no tenemos nada que perder’. Nos dimos cuenta de que era verdad cuando llegamos y bajamos del Uber”, cuenta uno de ellos en pleno Fan Fest, entre incrédulo y risueño.
A la persona en cuestión se la presentaron como un jeque, aunque prefirieron ser respetuosos y no indagar sobre su tarea laboral. Abrieron los brazos a saborear la propuesta de película. El anfitrión, al fin de cuentas, es fanático de Argentina y mostró su amor por el país con un agasajo para este grupo compuesto por unos 30 hinchas. “Tratamos de tener cuidado en absolutamente todo. Dudamos, también nos asustamos cuando vimos las espadas y las armas...”, relatan entre risas. Y aclaran: “Hacen como un baile, con espadas, todo eso. Después nos mostraron y era todo falso”.
“Todas las casas en ese barrio son mansiones gigantes, el chofer del Uber nos venía explicando por qué todas las casas adelante tienen un salón como de fiesta, enorme. Es porque en la cultura de ellos todos los invitados no pasan a la casa, porque es privado para la familia. Se quedan en el salón de adelante. Todas las casas, una al lado de la otra, mansiones que nunca habíamos visto en nuestra vida con un salón adelante, otra mansión”, describen algunas de las particularidades arquitectónicas que notaron.
El detalle, no menor por cierto, es que este qatarí tiene un vínculo cercano con Lionel Messi. Incluso cuenta con un enorme privilegio: el capitán es uno de sus 400 mil seguidores en Instagram, donde se presenta como “emprendedor”. También figura Javier Mascherano en su exclusiva lista de amigos virtuales. Podría pasar inadvertido el dato de la Pulga, pero el rosarino sigue tan solo a 287 personas. Su cuenta en redes está repleta de fotos con Messi desde la época del Barcelona, inclusive colocando imágenes del rosarino festejando goles en partidos para elogiarlo. También estuvo viendo a Boca en tierras españolas con la casaca del Xeneize. “Había una persona que estaba filmando para la TV de Qatar. Había muchos influencers de Qatar, gente con más de 2 o 3 millones de seguidores”, explican.
La celebración tuvo presentes a 30 ciudadanos qataríes además de los 30 argentinos. “Llegamos en tres Uber distintos y nos pusimos a cantar ‘vamos, vamos Argentina’ y todos ellos alrededor filmando, saltando con nosotros. Nos pedían por favor que cantáramos canciones, que nos sacáramos fotos con ellos. Eran 30 jeques vestidos todos de blanco filmándonos como si fuésemos una obra”, relatan.
Una escena del show con espadas que les ofrecieron como agradecimiento
El evento estuvo a tono con la línea típica de este lugar sin alcohol, aunque tampoco hubo oferta de shisha, la enorme pipa con una base ovalada que crece con un formato cilíndrico hasta ofrecer un espacio para colocar tabaco saborizado, algo que es habitual en los restó de Doha. “Cuando llegamos estaba el salón abierto. A algunos chicos les ofrecieron como una copa de jugos naturales. Después de que nos filmaron, que cantamos, nos sacamos fotos con las banderas, nos dicen: ‘Ahora van a entrar a la parte de atrás de mi casa’. No a la casa, al patio. Ahí había un banquete para todos, como un cordero al horno con arroz, nos hizo sentar a todos y comida libre. Todo porque éramos argentinos”.
Eso sí, el anfitrión les pidió que para honrar la invitación cumpliern con las costumbres y debieron comer con las manos: “Era una fuente enorme como de paella, llena de arroz, vegetales y un cordero que se desarmaba. Es más, nos pidieron por favor que para respetar su cultura lo comamos con la mano. Nos mirábamos como diciendo dónde están las servilletas porque no sabíamos qué hacer. Pero se desarmaba la comida, fue una delicia la verdad”.
Lo cierto es que el tema podría haber sido una mera anécdota, pero detrás de todo el imperial agasajo existe un mensaje que muchos ciudadanos del mundo árabe intentan dar cada vez que llegan turistas a sus tierras. El mundo occidental muchas veces mira con prejuicios a esta cultura diferente. En algunos casos con lógica, especialmente en temas de derechos humanos, pero otras por mera influencia externa occidental sobre un espacio desconocido. Y eso intentan desarmar.
“Lo que quería demostrarnos y mostrar para que sepa toda la gente es que a pesar que ellos tengan reglas estrictas y distinta cultura, son personas muy hospitalarias, que les gusta ayudar a la gente. Tienen una regla: las personas, los turistas, que tienen la suerte de encontrarse con alguien de ellos, los primeros tres días no pagan absolutamente nada. Ellos se hacen cargo de todo. Incluso en otros países árabes, por más pobres que sean. Nos decía: ‘He ido a lugares pobres y gente que capaz no tenía para comer, llegaba él y por tres días él no pagaba absolutamente nada’”.
Los argentinos quedaron maravillados, a punto tal que remarcan el gesto que tuvieron con ellos: “La hospitalidad que nos brindaron fue increíble, fueron súper amables con todos nosotros y lo único que les interesa es hacernos sentir como en casa, y ayudarnos en todo lo que nos haga falta”.
La noche no terminó ahí. El jeque y sus compañeros de noche se hicieron cargo de devolver a los argentinos a sus respectivos hospedajes a pesar de la distancia. “Como que no te aceptan un no. A la noche nos llevaron a nuestro hospedaje, tenían unas 4x4. Nos llevaron a todos. Un solo grupo se tuvo que ir en Uber porque no había más transporte y les pagó él. Cuando nos dejaron, nuestro hospedaje es muy grande y le decíamos, nos podés dejar acá. Y no, nos llevó hasta la puerta de la habitación”.
Mientras se esforzaban en Australia en trabajos de construcción, limpieza o los “solar farm” no imaginaban que unos pocos meses más tarde iban a vivir una de las experiencias más singulares del Mundial de Qatar. “Fue una locura”, resumen.