“El José Miguel Farfán que yo conocí, el que aparece en todas las fotos, no es el mismo José Miguel Farfán que nosotros juzgamos: ahora es un tipo más delgado, estilizado. Te das cuenta que le tocaron la cara y que únicamente pudieron identificarlo por las huellas dactilares”.
Los agentes judiciales que asistieron, en abril de 2021, a la audiencia virtual contra el capo, entre ellos el fiscal federal de Carlos Amad, no podían creer estar frente al líder de una organización acusada de bombardear con cocaína campos de Santiago del Estero.
Como un camaleón, el narco había vuelto a cambiar su fisonomía en la cárcel: había perdido varios kilos, cambiado el corte de pelo, ahora un tono canoso, sin rastros de la tintura que llevaba cuando fue detenido en 2019.
Farfán, también conocido como el “Chapo Guzmán del Cono Sur”, hizo en el departamento de Anta su base operativa y se inició en el contrabando de la mano de otro narco: Delfín Castedo. Poderoso y hábil lavador de dinero, sobornaba jueces. Se fugó en 2013 luego de que Gendarmería lo descubrió haciendo “punta” con un vehículo en una maniobra de contrabando de 400 kilos de droga.
En Bolivia, Farfán llevaba una vida de magnate con identidad falsa y vínculos políticos, no muy lejos de su pueblo natal, donde lo habían apodado “Martillo” por haber matado con esa herramienta a su padre.
José Miguel Farfán rejuvenecido con una mascarilla.
Lo capturaron en ese país en 2019 gracias a escuchas y a la colaboración de un informante que debió pedir que los investigadores confíen en él porque los rasgos no coincidían.
Sucede que, la del juicio, no había sido la primera metamorfosis. “Sospechábamos que se había hecho alguna cirugía porque en una escucha previa a otra incautación de cocaína, le mencionó a su hermano Laureano “Copete” Farfán que, de encontrarse, no lo reconocería”, contó una fuente cercana al caso.
“‘No me vas a conocer, soy otro, esta ciudad me hizo más joven’, le dijo. “Luego, Copete replicó: ´Algún médico te hizo joven, no la ciudad’. Los dos se reían”, recordó la fuente sobre la conversación fraternal.
El agente que siguió por años al clan que proveía de cocaína a la banda de Los Monos (los pesos pesados de Rosario), admitió que, cuando la policía boliviana le comunicó el arresto del líder, les reprochó: “No es él”. “Se había cambiado la cara completamente. Si lo tenía enfrente no iba a poder reconocerlo, sí por su tono de voz, su forma de caminar y su trato hacia al otro: prepotente y soberbio”.
Las huellas dactilares confirmaron que el hombre que se identificaba como Miguel Ángel Salazar Yavi era, en realidad, José Miguel Farfán, un nombre que regresó hace una semana a los diarios de Bolivia, tras la denuncia del diputado Rolando Cuéllar sobre presuntas contribuciones económicas del narco a la campaña del MAS.
Un narco con “dos” narices
Pero hay otros narcos más con tendencia a las cirugías estéticas. Agentes de Gendarmería que investigaban al clan Castedo encontraron, en una computadora, una foto curiosa del hermano menor del grupo que opera en la zona fronteriza de Salvador Mazza. Se trataba de una imagen en espejo del perfil del presunto narco. Una de ellas, con una nariz estilizada.
Detectives que siguieron a Rodolfo “Jhony” Castedo, detenido días atrás con un cargamento de cocaína, aseguran que se realizó la cirugía, aunque la razón que motivó el cambio estético no fue el de cambiar su fisonomía para no ser apresado: creen que se trató de un retoque por coquetería.
Johny Castedo.
Un rumor similar corre sobre la figura de Raúl Martín Maylli Rivera, más conocido como “Dumbo”, el jefe de la banda de Villa Lugano que volvió a aliarse con los hermanos “Marcos” y “Pity” Estrada González para mantener el control del barrio 1-11-14 del Bajo Flores.
¿“Dumbo” se operó las orejas?
Dicen que “Dumbo”, el narco más buscado del país se habría sometido a una operación estética que impediría reconocerlo por sus características más salientes: sus orejas. También hablan de que se habría operado la nariz, aunque las intervenciones son, hasta el momento, solo un rumor más que rodea a la misteriosa evasión.
Diferente es el caso de Alejandro Díaz, sicario y yerno de un capo de Orán, Ricardo “El Coya” Rojas, condenado a perpetua por ordenar dos homicidios vinculados a la venta de droga. “El Cabezón” o “El Cabeza”, de 29 años y tarifa en dólares, fue detenido en Bolivia, donde se ocultaba, tras una nota que lo expuso y dejó sin actividad.
Así se disfrazaba Alejandro "Cabezón" Díaz para seguir prófugo.
Antes de la publicación del artículo, se podía ver al asesino a sueldo acompañado por custodios en el límite entre ambos países con gorra, lentes y bigotes postizos, un ardid que buscaba confundir a los detectives encubiertos que lo vigilaban y esperaban la oportunidad para atraparlo.
A Claudio Javier “Morocho” Mansilla, en Rosario, lo delataban sus excéntricos tatuajes en el rostro y cuello. Difícil pasar desapercibido con tanta tinta en la piel que buscó aplacar con base, bufanda y gorra. Lo logró durante casi un año, cuando se fugó de la cárcel de Piñeiro, poco antes de ser condenado a 25 años de prisión por un doble homicidio.
Agentes de la Agencia de Inteligencia Criminal (AIC) de Santa Fe lo recapturaron cuando cenaba con sus hijos en un departamento tipo dúplex en un barrio de la zona oeste de Rosario, sin posibilidad de reacción.
Otro caso muy resonante fue el de Ibar Pérez Corradi, condenado a 7 años de prisión por desviar miles de kilos de efedrina. Al ser capturado, en junio de 2016, la por entonces ministra Patricia Bullrich contó las dificultades para identificar al hombre vinculado al triple crimen de General Rodríguez: “Al parecer se cambió todas las huellas dactilares”, le dijo a Clarín.
Claudio "Morocho" Mansilla, recapturado en la "Zona Cero". (Foto: La Capital).
La sospecha de la exfuncionaria nunca fue confirmada, pese a las fotos que mostraban las yemas de los dedos del narco lastimadas.
Narcos colombianos y mexicanos, inspiración de los argentinos
En el plano internacional, sobresalen dos casos. El de Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “Chupeta”, uno de los más poderosos narcotraficantes colombianos buscado por la DEA y célebre por la cantidad de cirugías a las que se sometió para cambiar su rostro.
Principal testigo en el juicio contra Joaquín “Chapo” Guzmán, fue atrapado en un condominio de lujo en Brasil, en 2007. No solo cambió su cara, también su identidad. Entre sus pertenencias, la policía encontró documentos argentinos con su fotografía y el nombre de Marcelo Javier Unzué, “un bolivarense que vive en Lomas de Zamora”, según retrataron los diarios en aquella época.
Las crónicas iban acompañadas con un carnet de conducir que lo mostraba con otro camuflaje: anteojos. De acuerdo a distintos medios, “Chupeta” se realizó implantes en los labios y en los pómulos, modificaciones en su nariz, estiramiento de ojos, trasplante de pelo y un hoyuelo en la barbilla.
Una referencia obligada en el tema es el mexicano Amado Carrillo Fuentes, el líder del cartel de Juárez conocido como “El Señor de los Cielos”. La historia oficial marca su muerte en 1997, durante una cirugía plástica a la que se sometía para cambiar su apariencia y, así, eludir a la Justicia.