“¡Xi Jinping renuncia! ¡PCC (Partido Comunista Chino) renuncia!”, rezaban algunos de los carteles que se levantaban entre medio de las hojas en blanco, símbolo de las masivas e históricas manifestaciones que se dieron en China en la última semana. Se repitieron en al menos 16 ciudades, entre ellas la capital Beijing y el centro financiero Shanghái. La estricta seguridad hizo que se dispersen en las últimas horas.
Las protestas se desencadenaron, puntualmente, luego de que el jueves pasado un edificio de departamentos se prendiera fuego y al menos 10 personas murieran ante la imposibilidad de salir por las escaleras de emergencia. Estaban bloqueadas. La tragedia ocurrió en Urumqi, la capital de la región occidental de Xinjiang, una ciudad que llevaba más de 100 días de confinamiento.
Estas muertes despertaron la ira de la sociedad y fueron la gota que rebalsó el vaso. Un vaso que se ha ido llenando con múltiples componentes en los últimos tres: crisis hipotecaria, reducción del crecimiento económico, control total sobre la población, confinamientos extremos y desabastecimiento. Y un malestar agigantado por las redes sociales, que les muestran a los chinos un mundo completamente diferente en el exterior.
Indignación y malestar acumulados en años
Si bien el gobierno chino logró mantener un estricto control con obediencia de la población a lo largo de la pandemia, la longitud de las medidas empezó a hacer mella en el humor social desde mediados del año, cuando en Shanghái se escucharon los primeros ruidos de las cacerolas. Fueron los primeros gestos masivos de disconformidad.
La muerte de estas 10 personas en Urumqi a causa del incendio y otros hechos más pequeños terminaron por encender la mecha. “Hoy China es un Estado paralizado que tiene dos tercios de su economía bajo llave y los pocos que no han sido encerrados viven con un miedo permanente de serlo”, analizó ante TN Max Povse, profesor de política asiática de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
No es común ver protestas en China. Unas pocas son habilitadas por el propio gobierno. Suelen darse en reclamos relacionados a huelgas o pedidos estudiantiles. En este caso, lo que llamó la atención es la “nacionalización” del reclamo y que no sólo piden por el fin de las cuarentenas, sino que también apuntan directamente contra Xi Jinping y el Partido Comunista.
Del boca en boca a internet: marchas sin organización orgánica
Si bien el Ministerio chino de Relaciones Exteriores acusó a “fuerzas” movilizadas por “motivos ocultos” de haber relacionado las manifestaciones a una respuesta por las medidas contra el COVID-19, los especialistas coinciden en que las movilizaciones fueron auto organizadas, con fuerte presencia de internet y comentarios de boca en boca.
“En un contexto de creciente conectividad global, las posibilidades del régimen de mantener ‘atomizada’ a la sociedad se vuelven cada vez más difíciles”, explicó para este artículo el especialista en China y profesor de la UIA, Alberto Hutschenreuter. Luego agregó: “El poder del partido es cada vez más cerrado, la sociedad más desafiante y las redes juegan a favor de ellos, como así también del gobierno”.
Tal como explica Povse, una característica las hace únicas: el hecho de que no están organizadas sistemáticamente. “La gente se concentra porque vio posteos fugaces en las controladas redes sociales, porque tiene VPN para poder acceder a redes libres, o -lo más común- por el boca en boca de sus esferas de pertenencia inmediata (edificios, barrios, escuelas, etc)”, detalló el especialista de la UBA.
La dificultad del gobierno para controlar el mensaje
Los antecedentes hablan por sí solos. Son cada vez menos los países que tienen la capacidad de controlar absolutamente todos los mensajes que circulan por redes sociales y en las plataformas de comunicación tanto puertas adentro de la frontera como hacia afuera. Sucedió el año pasado en Cuba, lo mismo pasa actualmente en Irán y China no fue la excepción.
La seguridad aumentó fuertemente en China para dispersar las manifestaciones. (Foto: Héctor Retamal/AFP)
“Es cada vez más difícil para el régimen controlar las redes porque los activistas se han vuelto cada vez más inventivos en los juegos de palabras que les permite comunicar eslóganes y lugares de reunión”, detalla Max Povse, para luego agregar: “Esto no quiere decir que no sean censurados relativamente rápido, pero cada vez se necesitan más censores para poder determinar qué constituye o no una ‘amenaza’”.
De todas formas, este control que sigue existiendo hace difícil pensar en una movilización en masa que ponga “en riesgo” la continuidad del gobierno de Xi Jinping. Son protestas que pueden leerse como “que se le escapa al régimen”, en palabra de los analistas. Tampoco hubo detenciones masivas, lo que explica una estrategia más suave para evitar altercados mayores.
El futuro del recientemente revitalizado Xi Jinping
Un signo de pregunta se posa ahora sobre las futuras políticas que adoptará el presidente Xi Jinping en materia social, mientras atraviesa una situación económica compleja por el enfriamiento del desarrollo exponencial que el gigante asiático mantuvo en la última década. Consultados por TN, los analistas coinciden en que es difícil pensar un cambio rotundo en la política del gobierno.
“Sería una manifestación de debilidad y eso no es algo habitual en la política china”, explicó Alberto Hutschenreuter. Además, puntualizó en que “los cambios en China llevan el nombre de ‘modernización’, que no tiene el mismo significado que en Occidente ya que allí supone ‘correctivos’ para evitar que se profundicen las desigualdades sociales”. El embajador chino en la Argentina aseguró en una conferencia en la que participó TN que no habría cambios respecto al COVID-19.
De todas formas, Hutschenreuter recalcó estas marchas “al menos visibilizan que China tiene problemas, porque sino siempre nos llegan noticias relativas a su crecimiento económico y su camino casi inalterable hacia el podio de próxima superpotencia, pero poco se dice de los problemas internos”. Un nuevo capítulo que se abre con un final impredecible.