La habilidad de enfrentar y gestionar el estrés emocional, conocida como tolerancia a la angustia, es esencial en la psicología. Es que, quienes tienen una alta capacidad en este aspecto, pueden manejar sentimientos difíciles sin actuar impulsivamente o recurrir a estrategias negativas.
Diversas investigaciones han subrayado la importancia de la tolerancia a la angustia en el desarrollo de la resiliencia frente a distintos problemas psicológicos, como por ejemplo adicciones, trastornos alimenticios, ansiedad y depresión, entre otros. Además, esta habilidad ayuda a reducir el impacto de situaciones adversas en futuros síntomas depresivos.
En la misma línea, el término de reactividad emocional, que se refiere a cómo las personas reaccionan ante diversas situaciones -especialmente las desafiantes-, también influye en la capacidad de tolerar el estrés. Por lo tanto, la ecuación indica que aquellos que son más reactivos suelen tener una menor tolerancia.
Bajo estos preceptos, un reciente estudio científico realizado por expertos de Estados Unidos reveló que los jóvenes con mayor actividad en la circunvolución occipital inferior derecha, un área del cerebro encargada de procesar estímulos visuales, podrían tener menos capacidad para manejar el estrés emocional y, en consecuencia, tendrían más riesgo de presentar síntomas depresivos en el futuro. Este hallazgo fue publicado en la revista Psychiatry Research: Neuroimaging.
Los autores de la investigación, que pertenecen a la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón, realizaron una serie de análisis de imágenes cerebrales con el propósito de entender la relación entre la reactividad emocional en adolescentes y su futura capacidad de manejar el estrés. De este modo, pudieron hallar una conexión entre estos factores y los síntomas depresivos. Los investigadores sugirieron, entonces, que la tolerancia al estrés podría ser un mediador entre la reactividad emocional y la depresión.
El estudio, titulado “La mayor reactividad emocional en adolescentes se relaciona con una menor capacidad para manejar el estrés y más síntomas depresivos”, aportó valiosa información sobre los factores de riesgo de la depresión. Sin embargo, es importante mencionar que la muestra fue limitada ya que no incluyó a personas con trastorno depresivo mayor.
Para realizar este trabajo, los expertos convocaron a 40 adolescentes, de los cuales 16 eran hombres, con edades comprendidas entre 14 y 19 años. Estos jóvenes fueron sometidos a resonancias magnéticas mientras realizaban una tarea emocional. Posteriormente, se evaluó su tolerancia al estrés y los posibles síntomas de depresión.
Los hallazgos mostraron que los hombres tenían una mayor capacidad para manejar el estrés que las mujeres. Además, aquellos con mayor tolerancia presentaban menos síntomas depresivos.
En tanto, las imágenes cerebrales indicaron que aquellos con menor tolerancia mostraban una mayor actividad en la circunvolución occipital inferior derecha. Este comportamiento en dicha región cerebral, encargada de reconocer formas, colores y patrones, sugiere que los cerebros de los participantes estaban procesando más intensamente las imágenes emocionales.
En la publicación, los autores postularon: “La tolerancia al estrés, la capacidad de persistir mientras se experimentan estados psicológicos negativos, es esencial para regular las emociones y es un rasgo transdiagnóstico de riesgo o resiliencia para múltiples psicopatologías. Las personas que asignan mayores recursos visuales a la información emocionalmente destacada tienden a exhibir mayores desafíos para tolerar la angustia. Es así que desarrollar tolerancia a la angustia a través de estrategias de regulación emocional puede ser una estrategia adecuada para disminuir los síntomas depresivos”.
En segundo término, los investigadores consideraron que una mayor actividad cerebral al procesar emociones “se relaciona con menor capacidad para manejar el estrés y más síntomas depresivos en un plazo de dos años”.
Se puedo analizar los resultados de este estudio junto a al doctor Claudio Waisburg (MN 98128), médico neurocientífico y director del instituto SOMA: “La tolerancia a la frustración y a la angustia demuestra una capacidad para manejar eficazmente la angustia emocional, la incomodidad, situaciones límites y el dolor sin tener que recurrir a conductas y comportamientos dañinos que sobrecarguen el sistema”.
“Este es un rasgo psicológico fundamental: aquellos que poseen fuertes habilidades de tolerancia a la frustración pueden navegar y transitar situaciones adversas e incómodas sin reacciones impulsivas o mecanismos de afrontamiento negativos. La neuroresiliencia es justamente la capacidad que tiene el cerebro y la persona de fortalecerse ante situaciones adversas que la vida le presenta”, dijo Waisburg.
Y amplió: “La circunvolución occipital inferior, que forma parte de la corteza cerebral, está involucrada en la decodificación de formas, colores, patrones y en el reconocimiento facial. Esto es esencial para comprender y leer emociones como la angustia, tristeza, sorpresa, alegría y ira. En el estudio se observó una mayor actividad en esta área, lo que sugiere que los cerebros de los participantes destinaban más recursos al procesamiento de estas imágenes emocionales. Los investigadores interpretaron esta mayor intensidad de respuesta cerebral como un indicador de mayor reactividad emocional del individuo ante signos de angustia y depresión”.
Cómo identificar signos de depresión en adolescentes
Según grafica la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes; mientras que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años”.
Por lo tanto, para el organismo, “el hecho de no ocuparse de los trastornos de salud mental de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden a la edad adulta, perjudican la salud física y mental de la persona y restringen sus posibilidades de llevar una vida plena en el futuro”.
Recientemente, el doctor en psicología Francisco Musich (MN 46637), le dijo a Infobae que en la mayoría de las ocasiones “es difícil para los padres o docentes poder pesquisar si un adolescente se encuentra deprimido. Ello se debe a que la depresión se manifiesta de forma diferente, en la mayoría de los casos, en la población infantil y adolescente”. De todos modos, para el jefe de psicología del Departamento Infanto Juvenil de Ineco, “en ciertos casos, los adolescentes pueden presentar síntomas que se asemejen más a cómo se manifiesta la depresión en adultos, facilitando su identificación”.
“Es importante tener en cuenta -siguió Musich- que una gran cantidad adolescentes cuando se encuentran cursando una depresión pueden presentar ideas suicidas tanto pasivas (no querer estar vivo, querer dormirse y no despertarse) o activas (pensar activamente en quitarse la vida). Cuando ocurren estas manifestaciones es de suma importancia consultar rápidamente con un profesional para el manejo de ese grupo de síntomas”.
Por su parte, el pediatra y psiquiatra infanto juvenil Juan Pablo Mouesca (MN 88.694) aportó: “En los adolescentes, es más frecuente que aparezcan síntomas más parecidos a los de los adultos, como tristeza, humor deprimido, no sentir placer por hacer cosas, aislamiento, pesimismo, que pueden ir o no acompañados de síntomas físicos como trastornos del sueño (ya sea dormir mucho o no dormir), trastornos de la alimentación, cansancio, astenia, y en general problemas de aprendizaje”.
En esa línea, para Sonia Almada, licenciada en psicología de la Universidad de Buenos Aires y especialista en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO), “la presencia de los estados depresivos en la infancia y la adolescencia son un grave problema de salud pública por su alta prevalencia y por el incremento en la morbilidad y mortalidad. El suicidio se encuentra entre las primeras causas de muerte en adolescentes, con una tendencia creciente a nivel mundial. La conducta suicida incluye: las tentativas de suicidio, la ideación suicida y la conducta autolesiva. Se calcula que por cada muerte atribuible a esta forma de autoagresión, se producen diez tentativas, con predominio en adolescentes y jóvenes”.