Ícaro, en la mitología griega, quiso volar tan alto que el sol le quemó la cera con la que había construido sus alas. Cayó sin remedio al mar. Ese relato puede servir como introducción a una gigantesca torre que parece en su punta un segundo sol. Produce un resplandor tan intenso que cuando comenzó a brillar, no pocos pobladores se asustaron.
Pero es un adelanto de la mente humana. Está ubicada en el desierto del Negev, en el sur de Israel. Su brillo es tan fuerte que es visible desde el espacio y fue bautizada como la torre con el ojo de Saurón. ¿Pero para qué sirve?
Una luz como el sol, una fuente de energía renovable
En la segunda década de este milenio, Israel se propuso avanzar en el tema de buscar seriamente sustitutos para la energía fósil, tan contaminante. Así fue que diseñaron un plan para usar directamente al astro que nos permite vivir: el sol.
Su enorme energía podía utilizarse para tener una fuente renovable y reducir los niveles de contaminación. Fue así que en el año 2014 comenzó la construcción de una enorme torre. A simple vista parece el sostén para un cohete en una rampa de lanzamiento. Pero no. Su valor está en su interior y en miles de elementos que la rodean como guardias.
Mide exactamente 243 metros de altura y si bien no es la única, ya que hay otras 25 estructuras similares en todo el planeta, fue la más alta del mundo hasta una reciente inauguración de "otro sol" en Emiratos Árabes Unidos.
El ojo de Saurón, energía para Israel
En concreto, la torre tiene una cabeza que se asemeja a la de un fósforo monumental. La torre tiene a su alrededor más de 50.000 paneles solares que son el primer paso para esta proeza de la ingeniería.