La escena resulta terrible por la noche, en Isla de Cañas, a 70 kilómetros al oeste de Orán, la línea de fuego es una barrera implacable que avanza y destruye todo a su paso. Las llamas se mantienen tan destructivas como inalterables a su paso por la selva de yungas, mientras un grupo de baqueanos lucha casi "cuerpo a cuerpo" con los incendios para evitar que lleguen a la comunidad colla de San Ignacio, donde el temor se apoderó de toda la gente.
Allí todos están abocados a combatir el fuego. Dejaron sus tareas habituales y las clases se suspendieron desde esta semana, bajo un manto de un humo que hace casi irrespirable el ambiente. La comunidad se ubica en una "hollada" entre los cerros y el fuego avanza desde el este, desde el oeste y también desde el río San Andrés, donde su cauce se ha trasformado en un agónico hilo de agua.
Aunque ninguna autoridad lo reconoció hasta el momento, no resulta descabellado plantear, en este escenario y a estas alturas, que el incendio desatado en varios puntos del departamento Orán confluye en un verdadero desastre ecológico que necesita toda la ayuda desde la Provincia y la Nación.
Tampoco se conocen cifras de la magnitud del daño. Desde la comunidad San Ignacio aseguran que solo en ese sector, las llama ya destruyeron unas 5.000 hectáreas de selva, en tanto desde la Cámara de Obrajeros estiman que las llamas ya arrasaron con unas 40 mil hectáreas de yungas, de las cuales unas 25 mil son del departamento de Orán.
Por el lado de la flora, los datos son desalentadores, ya que siendo una selva pedemontana, las especies y el número de árboles nativos que cayeron bajo el fuego resultan incalculables; por el lado de la fauna, la escena remite a la tristeza y lástima por la cantidad de animales salvajes que se divisan en los caminos, tratando de huir del incendio. Pero el fuego no da tregua, ni tiempo para los cálculos sobre la magnitud ambiental del desastre: también hay que salvar a las comunidades del lugar. Los baqueanos trabajaban anoche con linterna en mano, en la construcción de cortafuegos en las laderas de San Ignacio para evitar que las llamas avancen hasta el caserío.