Sin signos de dolor en la cintura por la hernia de disco por la que tuvo que se operado hace 10 días para que le realizaran un bloqueo lumbar, el Presidente regresó por segunda vez a Nueva York en 6 meses. Su desembarco en el midtown de Manhattan, donde volverá a hospedarse a pocas cuadras del Central Park, es la antesala de su ansiada y postergada reunión bilateral con el presidente estadounidense Joe Biden.
La confirmación del encuentro trajo algo más que satisfacción a la delegación argentina. “Hubiésemos estado dispuestos a volver a Buenos Aires desde Dominicana y vuelto a viajar”, dijo un integrante de la comitiva. No hizo falta. Funcionarios de la avanzada argentina que salieron de Ezeiza con nada más que ropa de verano en sus valijas, porque los esperaba el calor caribeño, ya se resignaron a tener que comprar abrigo en Nueva York.
La agenda neoyorquina de Fernández es un work in progress permanente, a cargo del embajador Jorge Argüello, el encargado de recibir con un abrazo al Presidente en las escalinatas del charter de Aerolíneas Argentinas y de cumplir con su promesa de que habría reunión con Biden. "Y Macri dice que estamos aislados del mundo", ironizó Fernández en la intimidad, poco antes de llegar a Estados Unidos.
Lo único verdaderamente relevante ocurrirá el miércoles en el Salón Oval de la Casa Blanca que Fernández pisará por primera vez. Cuando Néstor Kirchner visitó a George W. Bush y le dijo que prestara más atención a sus actos que a sus palabras, el entonces jefe de Gabinete Fernández se quedó para monitorear la gestión en la Casa Rosada.
Como en cada viaje de un mandatario argentino a la Gran Manzana, Fernández tiene previsto compartir una cena con Susan Seagal, la presidenta del Consejo de las Américas y empresarios e inversores. A contrarreloj piensa en una reunión con científicos en el Consulado argentino en esta ciudad. Antes de aterrizar en suelo estadounidense, el jefe de Estado se lamentó por no haber podido asistir al primer concierto en la residencia de Olivos, que encabezaron Lito Nebbia y Lito Vitale y es el primer paso de una “apertura” que busca cambiarle la cara a la residencia presidencial.