Con tapabocas, en silencio y esquivando a los medios. Así transcurrieron las primeras dos semanas del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa para los familiares de los ocho imputados. Y así fue también su vida en general desde la madrugada fatal del 18 de enero de 2020. El quiebre se dio a partir de este lunes, cuando María Paula Cinalli y Rosalía Zárate, madres de Blas Cinalli y de Máximo Thomsen, se sentaron a declarar ante el Tribunal Oral en los Criminal N°1 como “testigos de concepto” citados por la defensa.
María Paula Cinalli lo definió como “una desgracia”. Rosalía Zárate habló de “una pesadilla” y se ahogó en un llanto. Tras escuchar a su madre, Thomsen se desarmó en su silla. Lloró primero y pidió declarar después. Silvino y Graciela Báez Sosa no estuvieron presente en la sala para escucharlos: se retiraron antes.
A los testimonios del lunes, este martes, se sumaron los de Mauro Pertossi, padre de Ciro y Luciano Pertossi; Héctor Benicelli, padre de Matías Benicelli; y María Alejandra Guillén, madre de Enzo Comelli. Para la anteúltima jornada también estaba prevista la palabra de Érika Edith Pizzatti, madre de Ayrton Viollaz, pero el abogado Hugo Tomei desistió de su testimonio a último momento porque la mujer “se descompuso”.
Las cinco declaraciones de los familiares fueron breves, pero intensas. Tanto madres como padres hicieron referencia al acoso mediático. “Empezaron a ir a mi casa, a la casa de los abuelos, a la de los vecinos y a mi trabajo. Al final renuncié y me quedé sin obra social”, contó Rosalía Zárate, de profesión arquitecta, quien se desempeñó como secretaria de Obras Públicas de la ciudad de Zárate hasta el momento del crimen. También contó que padece cáncer y que está con tratamiento desde hace dos años.
“He perdido el oído y la vista de un ojo producto de una enfermedad genética por la que he sido operada doce veces. En tres años me apareció un tumor, no es maligno, pero me lo voy a tener que operar”, describió María Paula Cinalli, madre de Blas y de profesión abogada. Ella insistió en el concepto de “show mediático”, por el que padece “ataques personales y familiares”.
El relato de Mauro Pertossi, padre de Ciro y Luciano, tío de Lucas y padrino de Blas Cinalli, también estuvo cargado de angustia. El hombre, al que se vio llevando comida al penal de Dolores en las dos visitas que habilitaron hasta el momento, contó que después de 25 años como empleado de Toyota Argentina, la automotriz le solicitó que se desligara. “Ahora no consigo trabajo, el sostén de la familia es mi esposa”, dijo. También aseguró que recibía amenazas. “Están hechas las denuncias, mientras sean por teléfono no pasa nada”, agregó.
Algo similar manifestó Héctor Eduardo Benicelli, padre de Matías. “Vivimos acosados. Le han querido pegar a mi hija y a mi señora en la calle. Escucho cómo la insultan mediáticamente a mi señora. Escucho que cuando lastimen a mi hijo en el penal no lo van a defender. No hay un día que no me levante con insultos. El dolor no se cura con más dolor”, sostuvo.
María Alejandra Guillén, madre de Enzo Comelli, intentó declarar “de corrido”, pero dijo su primera frase y se quebró. “Estamos devastados desde ese momento”, comenzó en referencia al 18 de enero de 2020. El silencio se hizo largo. Desde la segunda hilera del banquillo de los acusados, su hijo se secaba las lágrimas con un pañuelo de papel.
Guillén tomó aire y siguió. “Nos cambió la vida a todos. Yo desde ese día pienso que… Es una agonía constante. No podés salir a la calle. Mi marido, que trabajaba en una ferretería, casi pierde el puesto. Es tremendo. Las familias, las enfermedades, las llamadas. Si bien está la gente que realmente nos conoce, también está la otra que no nos conoce y que se guía por lo que ven y escuchan y bueno, así estamos”, añadió.
Asimismo, en el relato de cada familiar se hizo hincapié en la situación de los acusados con respecto al trabajo o al estudio. Tanto Máximo Thomsen, como Ciro y Luciano Pertossi, así como Matías Benicelli y Enzo Comelli habían costeado ellos mimos el viaje a la costa y la estadía en Villa Gesell.
Máximo Thomsen trabajó en la barra de un boliche y después con su padre, Marcial; los hermanos Ciro y Luciano “hacían changuitas”; y Matías Benicelli se desempeñaba en el taller de pintura del padre. “Enzo (Comelli) trabajaba en un boliche en la parte de la caja. Con eso se pagó las vacaciones porque yo ese año me había quedado sin trabajo”, contó su madre y aseguró que ella lo ayudó con el contrato de alquiler del chalet.
Algo similar refirió la madre de Blas. “Unos meses antes de enero de 2020, él (Blas) me vino con la propuesta de irse a Villa Gesell. No era la primera vez que iba, pero como había cumplido los 18 fue solo. Antes él iba con amigos, pero yo me quedaba en Gesell también. Esta fue la primera vez que no lo acompañé”, confió la mujer ante el TOC N°1.
Tanto el padre de Máximo Thomsen como el de Matías Benicelli les prestaron a sus hijos los vehículos para que se trasladaran a Villa Gesell. “Era más económico”, refirió el padre de Benicelli en su declaración.
Mauro Pertossi contó que sus hijos Ciro (el mayor) y Luciano (el menor) tenían deseos de realizar una carrera universitaria. “Luciano no había terminado el secundario, pero quería estudiar ingeniería en agrimensura. Ciro estaba haciendo el CBC de arquitectura en la Universidad de Buenos Aires (UBA)”, dijo.
En línea, la madre de Blas, María Paula, manifestó su preocupación, ya que su hijo no había podido terminar el colegio y en la Alcaidía N° 3 de Melchor Romero “por mejor voluntad que pusieron”, no pudieron darle las herramientas a su hijo para que culminara el secundario.
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Antes de finalizar su testimonio, Pertossi padre defendió a sus hijos frente al tribunal. “Mis hijos no son asesinos. Son chicos, son adolescentes, son vagos, como decimos en el barrio”, dijo.
Luego se puso de pie y pidió quedarse a presenciar el resto de la jornada.
En la otra punta de la sala, los Báez Sosa escucharon sus palabras sin hacer comentarios.