Los salarios de los dirigentes políticos y funcionarios públicos son materia de debate desde la década del 90. Por aquel entonces, el radicalismo propuso una muestra de frugalidad que fue rechazada de plano por el peronismo gobernante, cuyo presidente viajaba en Ferraris y hacía gala del lujo y la ostentación.
La discusión recrudeció durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando Marcos Peña avanzó con la idea de ofrecer un recorte de sueldos para tranquilizar a una sociedad en crisis. El gesto fue rechazado de plano por gran parte del propio gobierno, especialmente por el encargado de llevar la medida a cabo, el ministro de Modernización Andrés Ibarra.
Durante la pandemia, Sergio Massa propuso un recorte del 40 por ciento en la Cámara de Diputados, al tiempo que Juntos por el Cambio presentó un proyecto de rebajas similares para los tres poderes. Alberto Fernández se negó rotundamente. “No seamos hipócritas ni demagogos”, sugirió en respuesta.
Desde entonces, el salario del presidente a aumentado preocupantemente hasta transformarse en uno que poco y nada tiene que ver con la realidad de sus propios ciudadanos.
Durante el mes de agosto, el presidente Fernández recibió un salario bruto de 1.093.367,29 pesos, que luego de los descuentos y aportes terminó en un neto resultante de 675.658,67 pesos.
Su salario está compuesto de un sueldo básico más un componente de responsabilidad en el cargo. A esa suma, se le restan los aportes jubilatorios, el aporte ley 19.032, la obra social, el seguro obligatorio y una retención por el impuesto a las ganancias.
El mayor salto salarial de Alberto Fernández ocurrió durante el 2021, en un contexto de pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos como consecuencia de una inflación creciente. Por aquel entonces, tanto el presidente como sus principales funcionarios se asignaron a sí mismos aumentos de casi el 50 por ciento sólo en los primeros seis meses del año.
La desconexión del gobierno nacional con sus dirigidos pareciera consolidarse con el paso del tiempo. El mayor ejemplo lo dio el propio presidente durante la pandemia. Mientras la cuarentena dejaba al país sumido en una de las crisis más severas de las últimas décadas, tanto Alberto Fernández organizaba fiestas con amigos y funcionarios en sedes oficiales.
