El secretario de Educación de la Nación, Carlos Torrendell, junto a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, impulsaron el Plan Federal de Alfabetización con el apoyo de 24 jurisdicciones, anunciando que imprimirán 9 millones de libros de literatura infantil cada año con fondos que el Presidente garantizó para esta política. Unos 13 títulos, con foco en literatura infantil, llegarán a los alumnos de escuelas públicas y privadas con subvención al comienzo de clases. La selección de títulos se maneja con un sistema transparente, a través de las Comisiones Federales.
Torrendell había afirmado que “la idea del Gobierno no es bajar línea homogénea en materia educativa” y que “el método es algo que cada escuela y cada provincia tiene que determinar”. Así parece haberlo entendido Alberto Sileoni, director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires en relación con el Plan de Lecturas Bonaerenses y la distribución de una cuestionada selección de libros en el marco de la Educación Sexual Integral (ESI).
Las primas, de Aurora Venturini; Cometierra, de Dolores Reyes; Piedra, papel o tijera, de Inés Garland; Berazachussetts, de Leandro Ávalos Blacha; Donde no hago pie, de Belén López Peiró, y Graymoor, de Sebastián Vargas, son solo algunos títulos de una colección de 28 obras destinadas a “enriquecer” las bibliotecas y complementar la formación en ESI. El bloque Pro Libertad presentó un proyecto en el Concejo Deliberante de La Plata, preocupado por los contenidos sexuales explícitos del material bibliográfico entregado. Numerosas voces sumaron fundadas críticas al lenguaje fuerte y directo utilizado, muy alejado del que debería llegar a un público juvenil en un ámbito escolar. “No todos los chicos están preparados para entender lo que es el coito”, advertía una madre ante pasajes enteros de más de un libro con descripciones vulgares que rozan lo pornográfico, tanto que evitamos reproducirlas en este espacio.
Sileoni aclaró que los libros tienen un respaldo orientativo para la correcta interpretación y acompañamiento docente, por lo que relativizó la presencia de escenas explícitas o lenguaje soez, y destacó que no son libros para niños de 11 años, sino que están destinados a alumnos de 16 y 17 años. Sin embargo, están sugeridos a partir del ciclo orientado, 3°, 4° y 5°, o sea, niños desde los 14 años. El funcionario protagonizó un tenso debate radial con el periodista Eduardo Feinman y se defendió argumentando que se trata de “materiales muy probados”, ejemplares para las bibliotecas, herramientas para docentes, y que los alumnos no están obligados a leerlos.
Luego de investigar el contenido de los libros, la Fundación Natalio Morelli denunció penalmente a Sileoni por la distribución de contenidos sexuales explícitos y temáticas inapropiadas para estudiantes de entre 12 y 15 años. “Es una degeneración que estos libros estén en las bibliotecas escolares”, afirmó su presidenta, calificándolos de “vulneración de los derechos de los menores”.
Hace unas semanas, en Mendoza, un profesor fue suspendido tras las denuncias penales presentadas por los padres de alumnos a quienes dio a leer Cometierra para comentarlo luego en clase. Ese libro, distribuido gratuitamente en la provincia de Buenos Aires, también despertó polémicas en Necochea y Neuquén.
“Esto no es pornografía, esto es literatura”, se defendió Sileoni, quien equiparó los libros cuestionados a clásicos de la literatura. Habría que aclararle que un texto, aun sin imágenes, puede ser pornográfico. Muchísimos chicos no están preparados para recibir información de sexo adulto, según apuntan psicólogos clínicos, entendiendo que al exigirles leer material inapropiado se incurre en una forma de corrupción de menores o de abuso infantil. Obligarlos luego a comentar grupalmente los contenidos en el aula es atentar también contra su pudor, lo cual parece más ligado a un perverso interés adulto que a las necesidades juveniles. Las acciones educativas deben tener en cuenta la maduración de los menores y respetar la intimidad de sus emociones, evitando además que deban exponerlas en un contexto público. No basta con proclamar el loable objetivo de prevenir abusos o embarazos precoces para justificar lecturas de este tipo.
Muchos chicos apenas saben leer y escribir, y exhiben notorios problemas de comprensión de textos, pero la ESI sigue concentrando esfuerzos. El Primer Congreso Provincial de Educación Sexual Integral tuvo lugar en La Plata a fines de octubre con la participación de docentes de todos los niveles, presididos por el gobernador Axel Kicillof y por Sileoni. La ley federal de educación, el Código Civil y las Convenciones Internacionales de las que nuestro país es signatario consagran el derecho de los padres a opinar sobre los contenidos de la educación de sus hijos. No puede un funcionario por sí solo establecer cuál es el interés superior de un niño, menos cuando están debidamente estudiados los nocivos efectos de una hiperestimulación o hipersexualización infantil.
Por Fernando Massobrio