Este miércoles, minutos antes las 17, los familiares de los ocho acusados de matar a golpes a Fernando Báez Sosa visitaron la cárcel de Dolores, donde sus hijos se encuentran detenidos y a la espera del veredicto con el que concluirá el juicio en su contra transcurrido en el Tribunal Oral en lo Criminal N°1.
En silencio y sin hacer declaraciones a la prensa, los primeros en llegar al penal fueron los padres de Lucas Pertossi y de Ayrton Viollaz, Marcos Pertossi y Sergio Viollaz, y la madre de Matías Benicelli, Mónica Ester Zárate. Como sucede desde la primera vez: llevaron bolsas con comida y varios bidones de agua mineral.
Se sumaron, después, la hermana y la madre de Blas Cinalli, María Paula Cinalli, y la madre de Máximo Thomsen, Rosalía Zárate. Esta última, según declaró en el juicio, es paciente oncológica y está en pleno tratamiento. Para las 17, los familiares de todos los imputados ya habían hecho su ingreso a la Unidad N° 6 de Dolores.
A la fecha, Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli, Luciano, Lucas y Ciro Pertossi llevan exactamente un mes en la cárcel de Dolores, donde llegaron el domingo 1° de enero a las 10 en un traslado desde la Alcaidía N°3 de Melchor Romero, La Plata.
Desde que comenzó el debate oral, las visitas transcurrieron los miércoles de 17 a 19 horas: un día con un horario especial, pactado entre el Servicio Penitenciario Bonaerense y el TOC N°1. Sin embargo, el 18 de enero pasado, fecha en que culminó la etapa probatoria del debate y que además coincidió con el tercer aniversario del crimen de Báez Sosa, las manifestaciones de apoyo a los padres de Fernando en Dolores forzaron un cambio en la agenda.
Ese día, los padres y madres de los acusados no pudieron visitarlos. Tuvieron que dejar el tribunal en medio de un tumulto, custodiados por personal de seguridad, con vecinos con pancartas que le gritaban “asesinos” a sus hijos y también los agredían verbalmente a ellos. Al día siguiente, algunos familiares, ente ellos Marcial Thomsen (el padre de Máximo) se acercaron a dejar comida por la ventanilla.
A la semana siguiente los padres, madres y hermanos de los acusados tampoco pasaron por el penal. Es que, el horario de visitas del miércoles 25 de enero coincidió con la primera de las dos jornadas de los alegatos del juicio que culminó, después de una exposición de once horas, pasadas las 20.30 horas. Aquella noche los familiares de los imputados se retiraron del Palacio de los Tribunal es de Dolores en una combi y custodiados por personal de seguridad.
Si bien durante todo el debate llegaron al TOC N°1 a pie, hacia el final del juicio, los familiares de los rugbiers tuvieron que reforzar los cuidados. En el penal —a excepción de lo que sucedió tras la primera visita, cuando una mujer los interceptó y, a los gritos, les cantó: “¡Y llora y llora y llora, Thomsen, llora!”— no tuvieron inconvenientes. De hecho, esta tarde, solo se limitaron a caminar y a esquivar a algunos pocos medios.
El penal de Dolores, la cárcel más vieja de la provincia de Buenos Aires, no es una novedad para los jóvenes de Zárate. Fue su primer lugar de detención en enero de 2020, tras pasar por celdas de la Policía Bonaerense como las de la Comisaría 1ª de Pinamar, antes de ser destinados a la Alcaidía de Melchor Romero.
Aquella vez, se les reservó el sector de alcaidía en la planta alta de la cárcel, entre los sectores 9 y 10, ocupados por presos evangélicos, con camas cucheta y un inodoro para compartir. Hoy, ocupan otro sector del penal.
De cara al veredicto, fechado para el lunes 6 de febrero a las 13 horas, una pregunta que resuena mucho por estos días es: ¿cuál será el destino carcelario de los rugbiers en caso de ser hallados culpables?
Según se pudo saber, las posibilidades de que regresen a la Alcaidía N° 3 de Melchor Romero, donde permanecieron entre el 13 de marzo de 2020 y el 1 de enero de 2023, son bajas. “Las alcaidías son un lugar de paso previo a la condena”, explicaron fuentes del caso.
Aunque sería precipitado arriesgar a dónde podrían llegar a trasladar a los imputados que reciban condena —siempre y cuando supere los tres años de prisión—, esas mismas fuentes consultadas por este medio arriesgaron un destino: el Complejo Penitenciario Campana. ¿El motivo? Lisa y llanamente tendría que ver con una cuestión de distancia: es la cárcel más cercana a Zárate, ciudad en la que viven los familiares.