La plaza de la calle 21, en General Pico, La Pampa, tiene una atracción especial los fines de semana. Los sábados y domingos, cuando comienza a bajar el sol, un carrito de pochoclos se entromete entre las hamacas y los toboganes. Apenas aparece, los chicos lo rodean para comprar sus golosinas. También, para saludar Ramón, el hombre que desde hace años está detrás de esa felicidad. Lo conocen los niños y también sus padres. Siempre fue un beso y un abrazo para Ramón. Pero desde hace casi un año y medio, los más grande suman otra frase a ese saludo:
“Ojalá se haga justicia”, le dicen.
Ramón Dupuy es el abuelo de Lucio, el chico de 5 años que el 26 noviembre de 2021 fue asesinado brutalmente, según sospecha la Justicia, por su madre y la novia de ella.
“Ir a la plaza me hace acordar a cuando mi nietito nos acompañaba y jugaba con un cuatriciclo que le alquilábamos. Lo enloquecía, le encantaba acompañarme. Pega muy fuerte”, dijo Ramón hace casi un año, en febrero del 2021, en la previa de uno de los homenajes que le hacen a Lucio los 26 de cada mes. En ese momento, el juicio oral para conocer las responsabilidades del asesinato, ni siquiera estaba cerca de comenzar. Hoy esa situación es distinta. El juicio ya se realizó y el 2 de febrero se conocerá el veredicto. “Todavía creo en la Justicia, a pesar de que la Justicia fue la que le dio mi nieto a esas asesinas, todavía creo en ella”, dice ahora Ramón.
Conversar con Ramón Dupuy es abrir las puertas de un alma rota. Desde que Lucio fue asesinado, recuerda haber dado cientos de entrevistas, pero en ninguna lloró. Se siente solo. Lo cuenta Ramón: “Esto se sobrelleva gracias al apoyo de la gente, pero realmente lo siento cuando se cierran las puertas del frente de mi casa y quedamos solos, en familia. Ahí es muy jodido de verdad. La soledad y pensarlo a él y lo que sufrió es muy duro, horrendo. A mi nieto lo extraño no todos los días, lo extraño cada minuto”.
El crimen de Lucio ocurrió en la madrugada del viernes 26 de noviembre del 2021. Esa noche, el chico, fue llevado al Hospital Evita de la capital pampeana por su madre, Magdalena Espósito, y la novia, Abigail Páez, con múltiples lesiones. Casi no tenía signos vitales cuando llegó. Había recibido una golpiza bestial. Ante los médicos, las mujeres -según la acusación en su contra- fabularon que habían sido víctimas de un robo y que los atacantes habían agredido al chico: era todo mentira. Lucio no pudo ser reanimado y su muerte se confirmó en pocos minutos.
Ante la notable cantidad de hematomas, cortes y heridas de diversa data que presentaba el cuerpo, desde el hospital decidieron llamar a la Policía provincial. Tanto la madre como su novia quedaron detenidas.
El médico forense que revisó el cuerpo, Juan Carlos Toulouse, aseguró que en sus 27 años de trayectoria nunca había visto algo así. Descubrió que Lucio había sido abusado sexualmente, golpeado hasta ser fracturado, mordido y quemado con cigarrillos.
Murió por una hemorragia interna, producto de las agresiones.
Luego del asesinato, se supo que Lucio vivía con su madre y la novia de ella por orden judicial. En rigor, era así por un acuerdo entre Magdalena Espósito y la familia del padre que luego fue homologado por una jueza. Nunca se hizo ningún tipo de estudio socioambiental para saber si el menor vivía en condiciones adecuadas.
Ramón pide que se sepa el nombre de la jueza: “Se llama Ana Clara Pérez Ballester”.
El juicio para conocer las responsabilidades en el asesinato comenzó el 10 de noviembre y finalizo el 22 de diciembre del año pasado. Fueron 18 audiencias en las que quedó acreditado el sufrimiento que padeció Lucio mientras vivía con su madre y la pareja. En el debate declararon testigos y se exhibieron pruebas. Pero también hablaron las acusadas. En especial Magdalena, la madre de Lucio.
“Cuando lo dejé en mi casa, me saludó, estaba con vida. Hoy sigo sin poder creerlo. A muchos les parecerá mal que no esté llorando, pero me mentalicé ser lo más fuerte posible para poder hablar claramente. Yo a Lucio lo lloro en privado, me parece más humano que hacerlo delante de personas que no me conocen a mí, ni conocieron a Lucio, y dijeron un montón de cosas sobre mi supuesto rechazo a la maternidad”, dijo ante el tribunal. Fueron sus únicas palabras.
Ramón Dupuy no le cree nada. Ni a ella ni a la novia. Mucho menos luego del cruce que tuvieron cuando el abuelo de Lucio tuvo que presentarse a declarar en una de las últimas audiencias del juicio. “Cuando llegue, una de las asesinas, la novia, me miró a propósito. Se dio el lujo de provocarme. Se sonrió y me guiñó un ojo. Tan cínica como eso. Sentí mucha impotencia. Estuve a punto de reaccionar”.
Ramón no fue el único familiar en declarar. También lo hizo Cristian el padre de Lucio. Él también tuvo que soportar tener a las acusadas a pocos metros. Pero hubo alguien que no se las cruzó en la sala de audiencias, aunque hubiese querido. Es Silvia, la abuela de Lucio, pareja de Ramón. Muy pocas veces habló con la prensa.
Esto es lo que dijo:
“El día que me tocó declarar, pedí expresamente que ellas estuvieran. Quería verles la cara. Pero lamentablemente ellas pidieron no estar. No se animaron. No pudieron mirarme a los ojos”, dice Silvia. En cada intervalo de la conversación agradece la posibilidad de difundir su pedido de justicia.
Los abuelos de Lucio no solamente luchan por justicia para su nieto. Su pedido es muchos más amplio. Y tiene que ver con la solidaridad con el prójimo. “Tratamos de convertir el dolor en lucha”, dice Silvia. Se refiere al impulso que todos los días le brindan al proyecto de la “Ley Lucio”, que cuenta con media sanción de Diputados y deberá ser tratada en el Senado. Se trata de una ley que tiene como objetivo establecer capacitaciones obligatorias para médicos, docentes y funcionarios públicos para detectar si los menores son víctimas de abuso o violencia. En definitiva, lo que nadie hizo con Lucio, que antes de su muerte fue revisado por médicos, docentes y demás profesionales que, increíblemente, nunca notaron nada.
“El dolor puertas adentro es otra cosa distinta al que mostramos en entrevistas o cuando caminamos por la calle. Tratamos de levantarnos todos los días con fe pero es difícil. Lo que nos ayuda es involucrarnos para que las cosas cambien. El celular de mi marido, de Ramón, explota de consultas. Es increíble la cantidad de gente que tiene problemas como el que sufrió Lucio. Queremos que salga la ley para ayudar”, continúa Silvia.
El 2 de febrero, cuando se lea el veredicto, los dos abuelos de Lucio van a estar presentes en los tribunales pampeanos. “Vamos a ir, ojalá que nos dejen entrar. Cristian, mi hijo va a poder ingresar seguro, ojalá nos dejen a nosotros también”, dice Ramón. Se realizará una movilización para acompañarlos. ” Queremos estar ahí adentro para verles las caras a las asesinas cuando escuchen la sentencia”, repiten ambos.