El dolor no cede. María Angélica Acosta y Asdrubal Fernández todavía están destrozados por el crimen de su hijo, Juan Francisco Fernández Acosta, el joven venezolano que fue asesinado de un disparo en la cabeza cuando un ladrón le quería robar el celular en Palermo. Pero ese reciente e infinito dolor hoy se hace a un costado porque la desesperación de poder recuperar el cuerpo de su hijo los invade.
Los papás de Juan Francisco se enteraron del terrible episodio unas horas antes de que su hijo finalmente pierda la vida. Thomas, uno de sus amigos más cercanos que vivía con él en la residencia, movió cielo y tierra para poder contactarlos, ya que no contaba con el número de la familia. “En ese momento me dijeron que estaba muy mal a causa de un tiro en la cabeza”, contó María Angélica
Luego, se enteró de las circunstancias del crimen. “Dame el celular, ¿o querés morir?”, le dijo el delincuente cuando el joven venezolano se encontraba con un amigo frente a una casa ubicada en la calle Aráoz al 1400, entre Gorriti y Honduras. Después inició un forcejeó que derivó en el disparo final.
El joven, que durante la semana trabajaba como ingeniero en sistemas y los fines de semana buscaba ganarse la vida como delivery, fue trasladado de urgencia al Hospital Fernández, donde finalmente murió. Ahora, lo único que quieren sus papás es poder recuperar el cuerpo, verlo por última vez antes de darle la despedida final.
“No podemos ir a la Argentina. No sé qué hacer ni cómo hacer para recuperar su cuerpo, pero nos gustaría que nos puedan ayudar a repatriarlo. Somos gente sin bienes ni fortuna. Me duele en el alma no poder traer a mi hijo, la mejor persona del mundo”, dijo Asdrubal Fernández.
La falta de comunicación que tiene la familia con las personas que están en el país es una de las trabas importantes que tienen para poder iniciar las gestiones. Claro, Juan Francisco no tenía tantos amigos en la Argentina y el más cercano -Thomas- no tenía manera de comunicarse porque los números de los padres estaban en el celular robado.
María Angélica trabaja como docente en Venezuela y Asdrubal es militar retirado del ejército. Ambos insisten en que no tienen el dinero para repatriar el cuerpo de su hijo: “No tenemos posibilidades económicas para llegar a la Argentina. Llamamos por teléfono, nos comunicamos con gente, pero no sabemos qué hacer. Pasa el tiempo y el cuerpo de mi hijo sigue ahí”, detalló ella.
También, los padres contaron que donarán los órganos de su hijo para poder ayudar a otras personas. “Él nos dijo que quería hacerlo si le pasaba algo y eso hicimos a pesar de que la persona que lo mató pueda ser argentina. No pensamos que todos los argentinos son todos malos y decidimos ayudar a que una persona pueda vivir”, reflexionó Asdrubal.