El femicidio de Guadalupe Ezeiza, la nena de 10 años que fue asesinada y calcinada por su primo de 22 a principios de marzo de 2020, conmocionó entonces a la ciudad de Lobos no solamente por la brutalidad del crimen sino, sobre todo, por el calvario que la víctima sufrió antes de su muerte.
El cuerpo quemado de la menor fue encontrado en la casa del femicida, Sergio Ramón Oliveira. Estaba recostado contra una pared, sobre unas brasas. El estado en el que se encontraba le impidió a los peritos establecer si se había consumado la violación, pero no quedaron dudas de que Guadalupe se defendió de un ataque sexual y murió por las quemaduras que sufrió en la zona genital.
Oliveira está detenido desde entonces a la espera del juicio. “La causa hoy está en el Tribunal Criminal Oral N° 3 de La Plata”, indicó Patricia Hortel, la fiscal que tuvo a cargo la investigación. Y precisó: “El imputado continúa preso por abuso sexual seguido de muerte y homicidio doblemente agravado por Alevosía y Criminis Causa”.
Hortel confirmó que el expediente ya fue elevado a juicio, sin fecha prevista de inicio hasta este momento.
La mentira
Era un domingo todavía caluroso de marzo cuando vibró el teléfono celular de Severiana, la mamá de Guadalupe. Su sobrino, Sergio, le había mandado dos mensajes de WhatsApp para decirle que su hija mayor estaba en una pileta y que si él la iba a buscar solo la chica no iba a querer irse. Por eso, le pidió si podía dejar que Guadalupe lo acompañara con una muñeca para que después se fueran los tres a jugar. Esa fue la trampa, y la mujer accedió sin ningún recelo.
“Le tenía confianza porque lo criamos nosotros. Es mi sobrino, el hijo de mi hermana. Nunca se me cruzó por la cabeza que él sería capaz de hacer algo así”, señaló en ese momento Severiana ante los medios que cubrían la noticia.
“Le pregunté a mi hija si quería ir y me dijo ‘sí mami, si es el primo’”, relató. Y así se fue Guadalupe y jamás volvió a su casa. Una hora después de que se fueran, contó, le empezó a mandar mensajes a Oliveira para saber en dónde estaban y no tuvo respuesta. Así empezó la pesadilla.