Hace tres años, días antes del crimen de Lucio Dupuy, una nena fue brutalmente asesinada en La Rioja, en un hecho con algunas similitudes al de Lucio. Se llamaba Zoe Córdoba, tenía cuatro años y los principales sospechosos de su espeluznante homicidio son su madre y un pastor evangelista con quien ella tenía una relación.
El juicio por este crimen está llegando a su fin y mañana será el turno de los alegatos. El fiscal del caso, Luis González Aguirre, adelantó que pedirá una condena de prisión perpetua para los dos imputados.
Se trata de Julieta Jimena Córdoba, mamá de Zoe, y Andrés Regino Bustamante, alias “Chato”, un pastor evangelista que tenía una íntima relación con Córdoba. Ambos atravesaron el juicio presos. Él está acusado de “homicidio agravado por alevosía, por mediar violencia de género, y criminis causa (procurar la impunidad para sí o para otro)”. Ella, de “homicidio agravado por el vínculo, por alevosía y criminis causa (procurar la impunidad para sí o para otro)”.
La chiquita, de cuatro años, fue asesinada la noche del 13 de noviembre de 2021 en su casa del barrio Loteo San Andrés, en La Rioja. La investigación judicial permitió reconstruir que Córdoba y Bustamante la mataron para ocultar una golpiza feroz que antes le había dado la mamá.
La golpiza le había provocado fracturas en el cráneo, en un brazo, la mandíbula y las costillas. Esas lesiones fueron confirmadas durante el juicio oral por la antropóloga y arqueóloga forense Fernanda Minoto, una profesional de Catamarca.
Para ocultar las lesiones, la prendieron fuego en el patio de la vivienda. Durante el juicio se determinó que Zoe, inconsciente por los golpes, fue colocada al lado de una moto de esta pareja, rociada con combustible y prendida fuego. Murió por asfixia debido a la inhalación de humo y por las gravísimas quemaduras sufridas.
El juicio se desarrolla en la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional de La Rioja, presidido por Karina Cabral y con los vocales Edith Agüero y Gustavo Farías. Hubo tres meses de audiencias y declararon más de 50 testigos.
También se oyó la palabra de diversos profesionales, que ahondaron sobre el contexto en el que vivía Zoe. Psicólogos, trabajadores sociales, docentes y familiares de los imputados –Córdoba y Bustamante– llevaron sus versiones a la sala de audiencias.
La trabajadora social Ana Rodríguez señaló que Zoe crecía en un entorno desfavorable, que ameritaba seguimiento. Por el contrario, una de las docentes del jardín al que iba dijo que nunca percibió signos de violencia en la nena y otra destacó que mostraba una relación afectiva con su mamá, que la iba a buscar todos los días. La recordaron como una alumna dulce, siempre aseada y contenta.
Laura Brizuela, una psicóloga que atendió a la imputada Córdoba, dijo que la mujer dependía económicamente de Bustamante, quien le prestaba una habitación y pagaba los gastos, aunque sostenía que no mantenían una relación sentimental. Otros etiquetaron el vínculo como una “relación utilitaria”, basada en dinero y sexo. Y también se habló de un “amigo, benefactor y/o amante” de la mamá de Zoe.
La psiquiatra Silvia Martínez, perito oficial, afirmó que Bustamante tiene “rasgos psicopáticos, muy marcada por su fe religiosa, la cual usa para justificar comportamientos reprobables”.
La psicóloga forense Lucía Rau también marcó rasgos psicopáticos en él. Dijo que se percibía a sí mismo como un “mártir” y que usaba su fe para justificar su accionar. La profesional sugirió que a su juicio, si bien no sería capaz de cometer un homicidio, sí podría haber participado como encubridor.
También declararon vecinos de la pareja acusada, asesores de menores y funcionarios de oficinas de protección de mujeres ante la violencia y servicios de niñez, que hablaron de un episodio en el que el abuelo paterno de Zoe (que la había criado en los primeros años) pidió ayuda para volver a ver a su nieta.
Zoe, dejada por su mamá cuando tenía apenas meses, quedó al cuidado de sus abuelos paternos en Chilecito. Al cumplir dos años, su madre reclamó volver a tener su cuidado. La familia paterna de Zoe buscó la forma de impedir esto, pero Zoe volvió con su madre a La Rioja, donde poco después fue asesinada.