Luis y Alberto son dos trabajadores del cementerio municipal de San Ramón de la Nueva Orán que decidieron revelar cómo se han tratado los cuerpos de las personas fallecidas derivadas al lugar durante la pandemia del Covid. Aturdidos por lo que les hicieron hacer, denunciaron ante Fiscalía al encargado del lugar David Bermejo por profanación y estafas reiteradas.
En declaraciones a Radio Cadena Noa, los empleados dijeron que si se buscan algunos cuerpos en el cementerio, no los encontrarían, o bien podrían hallar uno con otro ADN (o varios). «No están ahí», afirmó uno de ellos. Contó que a los familiares que querían reconocer a sus seres queridos, les daban «un cuerpo parecido» al no encontrar el verdadero, y que en otros casos, aplicaban un engaño para evitar concretar el reconocimiento: fingían vómitos y repugnancia por el estado de putrefacción. Todo bajo presión de Bermejo.
La manipulación fue tal que, según detallaron, usaban un cadáver al que intervenían para que cumpla con las características de la persona buscada: si los familiares reclamaban a alguien de contextura física grande, se «estiraba» dicho cuerpo. Y si decían que le faltaba un diente, se lo sacaban. «Era un cuerpo que reconocían dos familias distintas», explicaron.
Los trabajadores dijeron que el encargado del cementerio cobraba dinero por el servicio y un cajón, pero en realidad los apilaban junto a otros fallecidos. A quienes hacían las tareas (12 trabajadores en total), en condiciones de precariedad (sin los elementos básicos de cuidado), les daban apenas 750 pesos por cuerpo. La concejal Alejandra Pato dijo a BUUFO que hay casos en los que se ha pagado hasta 15 mil pesos a la administración, ello en una forma irregular, pues se habría hecho por fuera del curso legal de ingresos de recursos.
«El Municipio no podía otorgar la cantidad de cajones necesaria y se usaba un cajón por tres cuerpos. Cada vez que se terminaba de hacer una identificación, la gente se iba creyendo de que se le enterraba con el cajón; cuando se retiraban, se sacaba el cuerpo y se lo dejaba en bolsa abajo de la fosa. Y al siguiente cuerpo se le hacía lo mismo, y al otro lo mismo, y al otro lo mismo», detallaron.
También contaron que al hacer las exhumaciones, la máquina escavadora municipal destrozaba los cadáveres. «El mismo maquinista vomitaba porque se desmembraban los cuerpos; en algunos casos se les sacaban las piernas. Es muy fuerte lo que ha pasado«, prosiguió el relato. Bermejo les exigía que los «reconstruyan», que los «armen», como si fueran un rompecabezas. De allí que podría haber varios ADNs en un cuerpo.
Sobre Bermejo y la presión que ejercía para que cumplan con sus mandados, uno de los empleados sostuvo que «actuaba en nombre del Intendente», en referencia a Pablo González. La concejal Pato de Juntos por el Cambio adelantó a este medio que pedirán explicaciones al Ejecutivo, aunque deslizó que podría no haber respuestas favorables, pues han presentado múltiples pedidos de informes que siguen cajoneados.
Los trabajadores, que hicieron pública la situación como una reparación de justicia para familiares y dijeron tener secuelas psicológicas, aseguran que si se decide avanzar en la identificación de los cuerpos lo más probable es que no estén allí las personas que fueron asentadas en los papeles del servicio. Al último de la nota con el periodista y dirigente Samuel Huerga pidieron disculpas a los familiares de las víctimas y afirmaron que se harán cargo de la situación, desde el lugar que les toca. Según consignó Buufo.
Algunos familiares de muertos por Covid ya habían reclamado que no encontraron los cuerpos de sus seres queridos donde supuestamente debían estar. Es el caso de Francisco Álvarez. «Desde de la Municipalidad nos dijeron que quizás rompieron el cuerpo cuando las máquinas removieron el suelo (…). Hablé con el arquitecto Carlos García de la Municipalidad y sólo me pidió perdón. Las disculpas no me alcanzan, nosotros queremos el cuerpo de mi padre«, relató el joven al canal Multivisión en noviembre de 2019.
