La segunda jornada del juicio que se lleva adelante en la Sala V de la Ciudad Judicial en Salta capital, donde el promotor de modas Pablo Marcelo Rangeón está imputado de haber abusado de seis jóvenes, cinco vinculadas a la escuela y agencia de modas que el salteño tenía. Entre los diversos relatos que se escucharon desde las 9.30 hasta cerca de las 17, el de una de las víctimas, P.Y.P., fue desgarrador. Además, en lo que parece ser una de sus estrategias, tras lo vertido por las víctimas el imputado, quien ya había declarado en la primera jornada, ayer volvió a pasar al frente para desmentir a las denunciantes y sostener su inocencia.
Como todas las víctimas, y la mayoría de las y los testigos que pasaron frente al tribunal colegiado hasta el momento, la joven madre de una menor comenzó contando cómo conoció al empresario Pablo Rangeón. Fue en noviembre de 2018 "en la Sociedad Española", con intenciones de hacer el curso en la escuela de modelaje.
Al año siguiente recibió un llamado de Pablo Rangeón quien le ofreció ser parte de la escuela a través de una beca. "No tenía muchas intenciones, pero como me dijo que me daba una beca acepté y fui", contó la víctima.
Como a otras tantas compañeras, cuatro de ellas denunciantes en la causa, lo que a P.Y.P. le llamó la atención y le resultó sumamente incómodo fue sentir el manoseo de Pablo Rangeón a la hora de enseñarles cómo pararse o posicionarse. "Con un palo en la espalda nos ponía firmes, nos hacía sacar pecho y ponía su mano debajo de nuestros pechos, a una compañera y a mí nos tocaba y eso me hizo poner muy incómoda".
Humilde, con un bebé que cuidar, trabajó desde los 14 años, según expresó, y en el momento de los hechos que son juzgados la mujer se dedicaba a vender ropa en las ferias y limpiar casas. Al cabo de tres semanas decidió volver a la escuela del imputado.
"Estaba mal, necesitaba conseguir un alquiler y eso me tenía preocupada", expresó. Debía dejar una pieza que alquilaba en el macrocentro salteño y durante esa jornada el dueño de la escuela se percató de la preocupación de la joven y le ofreció alquilarle un departamento monoambiente que tiene en el barrio El Huaico.
"Me dijo que me quedara tranquila que tenía un alquiler en El Huaico que me lo dejaba a 60.000 pesos por un año. La verdad que me pareció bien y acepté", contó la víctima. Hasta ese momento todo parecía normal, un sábado después de una de las clases en la escuela, a las 19, él se ofreció a llevar a las alumnas a sus domicilios y a P.Y.P. hasta El Huaico, escenario donde la joven describió el horror.
Especialmente acondicionado para recibir gente, con luces psicodélicas, barra bolichera y algún otro objeto más, en el diminuto monoambiente de Rangeón en la zona norte de esta ciudad el empresario llevaba a sus alumnas y modelos. Esa tarde noche la hizo sentir "cómoda", le ofreció tomar bebida alcohólica que la mujer dijo que no quería pero sin embargo terminó aceptando tras las insistencias del empresario.
"Le dije que tenía 40.000 para darle y que después le podía dar los otros 20". Rangeón le dio el visto bueno al arreglo económico, recibió el dinero mientras la joven le pidió permiso para pasar al baño. En ese momento él "se me acercó y me dijo que podíamos arreglar por los 20 mil, ¿y cómo? le pregunté. Me agarró la cara y me dio un pico. Me agarró de la cintura y me tiró el elástico de la calza y me preguntó qué bombachita me había puesto", relató la mujer. Se metió al baño y contó que se demoró, estaba con miedo y sin saber qué hacer. " "Salí del baño porque yo me tengo que ir', me dijo él y yo le dije que estaba incómoda que me quería ir a mi casa. "Salí del baño porque llamo a la policía', dijo, cuando salí me agarró del cuello y me tiró atrás de la piletita. Le dije que me estaba lastimando, me estaba ahorcando. Me levantó del cuello y me tiró a la cama, tenía mucho miedo, mientras él me decía que estuviera tranquila".
Se quebró. Los casi 30 segundos de silencio en el Salón de Grandes Juicios exteriorizaron el sentido llanto de la joven, sola en una silla frente a los magistrados. Lo que sigue en su relato es el violento y espeluznante ultraje que la víctima dijo sufrir. Le rompió la remera junto con el corpiño, la manoseo por todas partes, pasó su miembro por su cara hasta que consumó el calvario: la abusó carnalmente en más de una oportunidad.
"Nunca dejé de llorar, mientras me apuraba le pedí que me llevara hasta la calle La Rioja, donde me bajé y me dirigí hacia una iglesia donde estaba mi hijo. Tenía puesta una remera negra que Rangeón me dio para que me cubriera, y en vez de ir a la habitación que alquilaba y debía dejar, me dirigí hacia el barrio Palmeritas, donde vive mi mamá. No tenía fuerzas, no sentía el piso estaba como mareada, tenía ganas de vomitar", contó.
Grupo de Whatsapp
Nunca le alquiló el monoambiente y ella por varias semanas no volvió más a la escuela de quien, dijo, la violó. Regresó para reclamar la plata que le había dado, ahorros de varios años vendiendo ropa y limpiando casas, sin embargo en ese reencuentro él volvió a convencerla y no solo no le entregó los 40 mil pesos sino que recibió los 20 mil que faltaban. Sin embargo, después “no lo volvió a ver más, me bloqueó de todos lados. No me devolvió la plata, hizo lo que quiso conmigo”. La joven dijo haber callado durante años el calvario padecido, hasta que “se armó un grupo de Whatsapp donde la coordinadora de la escuela contó que Pablo Rangeón la había despedido. Dijo que era ‘un abusador de mierda’ y a partir de ahí otras chicas comenzaron a decir cosas de él en se mismo tenor. “Fue cuando me animé y mandé un mensaje diciendo que Pablo me había hecho daño”, contó la joven.
Denuncia
Una de las alumnas del grupo le comentó a P.Y.P. que S.Y.G. lo había denunciado públicamente en las redes sociales. Pasaron algunos días y S.Y.G. le mandó un mensaje para saber lo que le había pasado.
“Ahí me sentí fuerte con su apoyo para que se haga justicia -se vuelve a quebrar-, ella dio la cara por todas nosotras y gracia a ella hoy en día estoy sentada aquí”, dijo.
Fuente El Tribuno