En la mañana del viernes en la ciudad de Orán debía realizarse un careo entre un testigo clave (Iván Zalazar), en el caso del puestero que apareció maniatado y decapitado en Pichanal (Pablo César Almaraz), y uno de los tres detenidos por el hecho, Gonzalo Salvatierrra, quien junto a su hermano Víctor y el joven Raúl Torres reclaman su libertad hace meses.
Su verdad no es escuchada por la Justicia, que tiene entre sus manos un pedido de revisión de prueba, ya que el testigo que sostenía la acusación contra tres jóvenes se desdijo, no solo en la sede judicial de Orán sino en la Fiscalía de Derechos Humanos. En ambas fiscalías Zalazar ratificó que acusó a los hermanos Salvatierra y a los hermanos Torres porque había sido coaccionado, golpeado y amenazado junto a su hermanito menor, por parte de una banda conocida por sus nexos narcos. Esa banda, cercana al fallecido Almaraz, tiene una historia cinematográfica y aparente protección.
Leer: ¿Quién era César Almaraz? el salteño decapitado
Estos narcogatilleros lo obligaron, según declaró, a direccionar la investigación hacia un crimen ordinario, cuando a la vista se trató de un brutal y aleccionador ajuste de cuentas, tal como lo relató a este medio uno de los tres detenidos en una nota que concedió minutos antes de entregarse a la Justicia.
Fuentes señalaron que el careo del viernes en la mañana comenzó mal, ya que el Servicio Penitenciario no llevó a horario al detenido que debía carearse. El testigo clave llegó en ojotas, casi descalzo, media hora tarde, sin embargo, estando todas las partes presentes, no hubo careo.
Leer: Testigo denunció que lo obligaron a apuntar a los detenidos torturando a su hermanito de 5 años
Veinticuatro horas después, el testigo clave, la llave de la verdad sobre la suerte del puestero Almaraz, fue nuevamente coaccionado por dos personas, quienes lo golpearon violentamente. Luego fueron hasta su domicilio, en horas de la mañana y, a pesar que una mujer intentó detenerlos entraron y le rompieron lo poco con lo que vive el joven testigo protegido, supuestamente, por Derechos Humanos.
Aterrorizada, su familia intentó denunciar la violación del domicilio y el destrozo de los enseres que atestiguan la pobreza en la que sobreviven, pero en la comisaría le contestaron que "no hay sistema".
El viernes, el testigo nuevamente se visibilizó al presentarse en el estado que se encontraba y en menos de 24 horas fue nuevamente golpeado, y esta vez fueron más allá: le violaron su domicilio y le prendieron fuego su piecita de madera, en cuyo interior perdió lo poco que tenía.
El domingo y también ayer, Iván Zalazar amaneció durmiendo en el polvo del suelo y luego que su abogado Pablo Suárez Nelson se quejara de lo sucedido, recién se implantó una consigna de seguridad, al mediodía.
Alguien se opone a que el crimen por decapitación del puestero Pablo César Almaraz se esclarezca y eso es evidente, porque tal como los medios nacionales también lo afirman, detrás de esa muerte hay un claro mensaje, un jeroglifo, cuya "rosetta" la tiene un valiente testigo, golpeado por hombres y la droga, que sobrevive con su verdad, por ahora, durmiendo en el piso, implorando justicia.
Un caso de resonancia nacional
"El primer reflejo fue suponer que Pablo César Almaraz fue asesinado por haberse quedado con parte de una carga de cocaína, motivo común que enlaza a otros crímenes de peones rurales en el norte argentino. Los investigadores creen que los sicarios dejaron el cuerpo en ese lugar como un mensaje a Alejandro Díaz (un sicario), no como una advertencia, sino como un aviso de que la orden había sido cumplida", informó TN.
Fuente El Tribuno