En un fallo por mayoría, el Tribunal Oral Federal 2, integrado por los jueces Abel Fleming, Domingo Batule (presidente) y Gabriela Catalano, declaró culpables a los líderes espirituales del culto Umbanda que se practicaba en el Santuario a San La Muerte, en Villa San Antonio, a escasos minutos del centro de la ciudad.
Fleming y Catalano se inclinaron por declarar a Jorge Soria Villalba y María Ester Arroyo penalmente responsables del delito de trata de personas con fines de explotación sexual, agravado por su consumación, por mediar intimidación y vulnerabilidad en las víctimas y por ser cometido por ministros religiosos, dos hechos. Todo ello en grado de coautores y en concurso real con lesiones leves.
Batule, en tanto, descartó el delito de trata de personas, aunque sí consideró que los imputados son responsables del delito de explotación de la prostitución, agravado por el uso de intimidación y por la situación de vulnerabilidad de las víctimas, en concurso real con lesiones leves.
Villalba y Arroyo son juzgados desde el 15 de diciembre pasado. El fiscal general Eduardo José Villalba y la auxiliar Vanina Pedrana, de la Unidad Fiscal Salta, fueron quienes llevaron adelante la acusación contra los líderes espirituales del culto Umbanda y Kimbanda, el que practicaban en el santuario a San La Muerte.
A lo largo del debate la fiscalía presentó las declaraciones de dos víctimas, en las que dieron detalles de cómo ingresaron al culto, siendo su situación de extrema vulnerabilidad, y también explicaron el proceso que atravesaron en busca de paz y un ascenso en la carrera espiritual, del cual se aprovecharon los acusados.
En ese marco, revelaron aspectos infrahumanos que vivieron con el fin obtener mayores ganancias. En esa angurria, los acusados traspasaron la frontera, pues llevaron a las víctimas a burdeles de mala muerte en Bolivia, donde las mujeres atendían a decenas de hombres por día, circunstancias que llevaron a una de las víctimas a describirse como "basura".
Además, contaron aspectos nunca conocidos de ese culto en Salta, tales como los rituales que se hacían con vestidos especiales, bailes, tambores, la presencia de alcohol, cigarrillos, ambiente dirigido a que las deidades del culto, descriptas como "entidades", se corporizaban en la humanidad de Arroyo e interpretadas, a la vez, por Soria Villalba.
De esta manera los acusados asumían el rol de videntes, médium y portavoces de esas entidades divinas, cuyos deseos, predicciones y órdenes, curiosamente, solo llevaron a que la pareja acusada tuviera un buen vivir, lo que lograron a costa del esfuerzo de los fieles.
En ese dominio, y bajo un sistema que alternaba sanciones y promesas de porvenir, según la necesidad, los acusados obligaron a dos mujeres a ejercer la prostitución, de la cual se aprovecharon, pues se quedaban con la mitad de las ganancias, lo que era presentado siempre como demanda de las deidades, siendo ellos los únicos intérpretes en la tierra.