Al fin y al cabo, uno cuenta su vida como quiere. Luz Mery López Gómez eligió una forma curiosa de contarla.
El sistema penal colombiano indica que el Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad N°8 de Bogotá en el departamento de Cundinamarca, la busca desde 2016 para que cumpla una pena a 32 años y 9 meses de cárcel por los delitos de homicidio agravado, hurto agravado y portación ilegal de armas.
Ayer, Luz Mery cayó en Buenos Aires. La división Inteligencia contra el Crimen Organizado de la Policía Federal la arrestó en su habitación del Hotel Egipto en el Abasto por orden del juez Manuel de Campos. Pero Luz Mery no usaba ese nombre. Tampoco, la buscaban por matar.
En junio pasado, personal de la Comisaría 13B de la la Policía de la Ciudad la había detenido por hurtar un celular. Le encontraron otros dos que no pudo explicar, así que el juez De Campos la acusó de encubrimiento. Dio otro nombre esa vez: Constanza Florez Vargas.
Poco después, la Policía y el juez se dieron cuenta que Constanza Flores Vargas no existía, que era una fantasía. De Campos, tras su detención, pidió por protocolo sus antecedentes en su país de origen. Interpol remitió información desde Bogotá: se trataba, efectivamente, de Luz Mery. Su captura internacional, sin embargo, nunca había sido emitida, solo la nacional. Entonces, comenzaron a rastrearla.
Poco después, descubrieron que se alojaba en el hotel Egipto con su nombre de mentira. Tuvieron que esperarla. Había evitado el hotel durante varias noches, pero regresó. Allí, le encontraron teléfonos, una batería de handy, varias tarjetas de memoria, poco menos de 60 mil pesos. Insistió con su identidad falsa, incluso presentó un DNI. Poco antes del mediodía de hoy, el juez De Campos recibió el resultado de la pericia scopométrica al documento: es falso en todo sentido, lo que puede costarle a Luz Mery una imputación por uso de documento apócrifo.
También se le encontró en su habitación una tarjeta de visita del penal de Marcos Paz y una pila de copias de un acta de matrimonio. La tarjeta de visita la vinculaba a su marido, preso en esa cárcel. Se encontró otro papel, una carta de amor dirigida al hombre. Estaba firmada con un corazón y con una inicial: M.G.
El nombre de Norma Constanza Florez Vargas no existe en registros argentinos. Al parecer, es una identidad inventada. Se desconoce si Luz Mery usurpó esa nueva identidad. También, hay otra sospecha: que no actuaría sola, que sería parte de una red dedicada al robo de celulares, uno de los negocios más lucrativos en el hampa porteña, con un sistema completo de talleres de service que esconden desarmaderos para desguazar aparatos y vender sus repuestos, con baterías y pantallas de cristal convertidos en commodities de cara al dólar caro y las escasas importaciones.