Evidentemente, en el búnker de Sergio Massa hay preocupación. Con las últimas encuestas que indican que Javier Milei se impondría por un pequeño margen, el kirchnerismo se volcó a las calles a tratar de convencer (mejor dicho, de asustar) a los indecisos que volcarán hacia un lado u otro la elección del domingo.
Por estas horas, es imposible subirse a un transporte público y evitar al predicador massista, que advierte de los riesgos de un eventual gobierno libertario. Ya ni siquiera buscan “vender” las virtudes del candidato peronista, que lógicamente son muy difícil de encontrar. Sobre todo con el desastroso desempeño de la economía del ministro/candidato. Se limitan al relato del riesgo de la democracia y las instituciones, mientras los militantes de Milei son amedrentados y violentados por las patotas del kirchnerismo en las calles.
La pregunta que queda hacerse, y que se responderá cuando se abran las urnas el domingo, es: ¿Habrán logrado convencer a la mitad más uno de los argentinos que con Milei se avecina una tragedia, o terminarán espantando al votante indeciso que definirá la elección? Por lo pronto, ya es claro que no a todo el mundo le ha gustado este acoso permanente que el kirchnerismo ha lanzado a las calles con una campaña del miedo grosera. Hay que reconocer que Massa logró crecer considerablemente desde las primarias a las generales. Ahora, habrá que ver si, como dijo Milei, ese 36 % del 22 de octubre estaba más cerca del techo o del piso.