Cinco años pasaron desde aquel 20 de marzo de 2020, una fecha que quedó grabada a fuego en la memoria colectiva de los argentinos. Unas horas antes de aquel día, el presidente Alberto Fernández, respaldado por gobernadores y fuerzas políticas de todo el país, anunció una medida sin precedentes: el "aislamiento social, preventivo y obligatorio" (ASPO), una cuarentena estricta que buscaba frenar la propagación del coronavirus, un virus que había puesto en jaque al mundo entero.
La decisión, tomada tras una jornada de intensas reuniones en la Quinta de Olivos, marcó un antes y un después en la historia reciente de Argentina. El país se paralizó. Las calles se vaciaron. Los comercios bajaron sus persianas. Las escuelas cerraron sus puertas. La vida, tal como la conocíamos, se detuvo.
"Dictamos un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). A partir de la medianoche (del viernes 20 de marzo de 2020) y hasta las 24 del 31 de marzo dictamos un aislamiento social, preventivo y obligatorio", anunció el presidente Fernández, consciente de la magnitud de la medida. "Hemos tomado el toro por las astas", afirmó, buscando transmitir seguridad en medio de la incertidumbre.
La psicosis de la cuarentena
Pero la incertidumbre reinaba. El miedo se palpaba en el aire. La psicosis, como la definió el propio presidente, se apoderó de muchos argentinos. "Esa sensación de que el daño es muy grave, que todo es irreparable y de que nada puede hacerse", describió Fernández, intentando ponerle palabras a un sentimiento que compartía gran parte de la población.
La cuarentena, inicialmente prevista hasta el 31 de marzo, se extendió durante meses. Las restricciones se flexibilizaron y endurecieron al ritmo de los contagios. El país vivió en una montaña rusa emocional, oscilando entre la esperanza y el temor.