“Lo más importante para permanecer tantos años en pareja es ponerse de acuerdo en las cosas simples. Y si alguno se equivoca, pedir perdón. Hemos discutido, sí, pero no tuvimos grandes peleas. Siempre hicimos las cosas con amor”, cuenta Francisco Giampaoli.
La frase inicial corresponde a un hombre que el 24 de diciembre cumplirá 101 años y que lleva más de 71 casado con Anna Evangelista, de quien se enamoró perdidamente cuando la vio por primera vez en una juntada con amigos.
Se conocieron en Los Nogales, una pequeña localidad del departamento de Caseros, en la provincia de Santa Fe. Allí son pocas las personas que no se dediquen al trabajo en el campo. Francisco, que nació en 1921, es uno de ellos.
“Crecí con mis padres y 11 hermanos: siete mujeres y cuatro varones. Comencé a trabajar en el campo a los 10 años. No quedaba otra. Era sembrar y cosechar, o ir al tambo. Aprender a manejar los tractores y a andar a caballo”, dijo Francisco.
Una historia de amor que lleva más de 75 años
Anna y Francisco se descubrieron en una de las tantas reuniones de amigos y vecinos. Duelos de bochas los sábados, asados multitudinarios los domingos y juegos de naipes cuando las obligaciones quedaban en pausa al menos por un rato.
“La conocí cuando éramos jovencitos. Una prima mía, María, se casó con uno de sus hermanos, Antonio. Y nosotros nos gustábamos. Nos mirábamos mucho hasta que bueno, nos pusimos de novios”, relató Francisco.
Permanecieron casi cinco años en ese estado hasta que decidieron dar el gran paso: se casaron y se fueron a vivir juntos. “Y seguimos así, aunque ahora estamos jodidos. Los dos estamos pisando la raya”, sostuvo Francisco entre risas.
Se convirtieron en padres con el nacimiento de Elsa, en 1952. Luego llegaron Oscar (1953) y Liliana (1962). “Ahora vivimos en San José de la Esquina. Compramos un campo y vivíamos de eso: de sembrar y cosechar. Yo dejé de trabajar el año pasado, mi hijo se encarga de todo”, precisó Francisco.
Anna, de 96 años, padece una demencia senil que le impide comunicarse y entablar una conversación, es por eso que no pudo ser parte de la entrevista. “Ella entiende todo lo que pasa y registra lo que sucede durante el día, pero mañana se lo olvida. No llega a ser Alzheimer”, explicó Liliana, una de las hijas de la pareja.
Para celebrar los 71 años de matrimonio, ambos aceptaron la propuesta de la fotógrafa Bárbara Massei y protagonizaron una serie de imágenes bajo un propósito: inmortalizar su amor en una serie de retratos.
“Arrancamos el día sin horario. Cuando hace frío dormimos un poco más”, especificó Francisco, que contó que junto a ellos vive Gloria, una mujer que trabaja en la quinta y mantiene la limpieza de la casa y también les cocina. También manifestó que la siesta, tras el almuerzo, se cumple sin concesiones.
“Luego de tantos años compartidos y de transcurrir tantas cosas juntos, no podríamos vivir el uno sin el otro”, dijo Francisco durante la producción de fotos.
También contó que busca expresarle a Anna su afecto, “con un beso o un abrazo”, aunque a ella a veces ese comportamiento no le resulte tan amistoso. “Busco ser cariñoso, pero no quiere”, agregó el hombre con una sonrisa.
Una vida dedicada al trabajo y a la familia
“Éramos gente pobre y trabajábamos para comer y descansar. Pensábamos en los domingos, en comprar los corderos que valían $6 y eran la excusa para juntarnos y pasarla bien. Vivíamos más tranquilos”, dijo Francisco.
“Nos encantaba el trabajo. Levantarnos a la mañana y agarrar la pala. En ese sentido, yo salí a mi abuelo, que era un hombre que cosechaba tomates, berenjenas y chauchas solo con una pala. Un hombre muy inteligente”, recordó.
Tienen cinco nietas y tres bisnietas, situación que le permite bromear a Francisco en relación a la idea de no irse de esta vida sin tener un nieto o bisnieto varón. “Nos sostenemos en familia. Suelen venir nuestros hijos los domingos a preparar algo para comer y juntarnos. Hacen asados, corderos o lechones”, detalló.
En cuanto a las salidas y las vacaciones, el hombre sostuvo que solo han podido visitar “Córdoba y Entre Ríos”. Luego precisó: “Tener un campo implica una vida muy sacrificada. Acá no podés dejar la casa sola. Nunca hemos sido de tomarnos vacaciones igual”.
Sobre el final, Francisco confesó: “Cuando nos mudamos a San José de la Esquina a ella le costó mucho. Es más del campo que yo, así que no quería venir. Pero acá estamos... Siempre juntos”.