La falta de escrúpulos reina entre los que manejan las decisiones políticas. Ellos castigan con un látigo inhumano e implacable al que padece, y al que quiere ayudar también.
Mejor si los miserables se mueren y nadie se entera. Porque si salta a los medios de comunicación una aberrante historia como la de Zaira, amenazan, entorpecen, amedrentan, hostigan. Dan vergenza por cobardes y por su insolencia con la vida misma. Tienen un poder que no merecen. Pero desde ahora, a todos los que amenazaron a Diana Ferreyra y a su su hermano por buscar ayuda para esta niña víctima de la indiferencia colectiva, sepan que se sabe quiénes son.
Diana Ferreyra, sin imaginarlo, hace menos de 10 días acompañó a su hermano a evangelizar en la comunidad wichi de Misión Chaqueña, perteneciente al municipio de Embarcación. Ese día a Diana le cambió la vida cuando conoció a Zaira y a sus abuelos septuagenarios. Cuenta que la niña de 12 años, que pesa poco más de 13 kilos, estaba en su habitación de adobe, sin puertas ni ventanas, casi sin techo, con piso de tierra, postrada en una cama de madera con una colchoneta. Zaira no ve, no habla, no se mueve. Su cuadro se fue agravando desde hace cuatro años cuando murió su mamá de cáncer de útero, una de las enfermedades más comunes entre las mujeres wichis que se quedan embarazadas siendo niñas, merced a los constantes abusos sexuales que sufren sin reparo, y a los abortos que se provocan con yuyos del monte. Cuentan los abuelos de Zaira que desde el mismo día en que quedó huérfana, ya no quiso comer.
A Diana Ferreyra le impactó el frío de las manos de la niña, y es que el aire helado se colaba por todos los agujeros de la polvorienta habitación y, además, estaba mojada. Zaira está canalizada con un suero y con una leche especial, y la orina se le filtra por los harapos ya que la Municipalidad de Embarcación le colabora a esta niña con apósitos (algodones envueltos en gasa) en lugar de pañales. Tampoco tenía cobijas secas.
Además de parecerle increíble el cuadro, de llenarla de culpa y angustia, Diana ardió de la impotencia y entonces lanzó una campaña por las redes sociales para que los siempre listos corazones solidarios aliviaran tanta necesidad de esta familia wichi, de abuelo artesano que convierte en pájaro cualquier rama de árbol, y que no recibe ninguna (pero ninguna) ayuda del Estado.
Con su humanidad sangrante, con la tristeza de ver y no saber bien qué hacer, Diana averiguó en la Municipalidad de Embarcación si había algún subsidio para Zaira y sus abuelos; le dijeron que estaba en trámite hace dos años y que aún "no salía". Es decir, conocían el caso pero "el que calla, otorga". O mejor dicho "el que no llora, no mama". O sea, si no sale en los medios, hacen de cuenta que el abandono no existe.
Inquieta, Diana fue a la escuela de Misión Chaqueña a hablar con la directora de apellido Vera. "Me dijo que había registro de la chiquita hasta 2019 pero como dejó de ir, la borraron. A ninguna maestra le importó si había muerto o si algo le había pasado". Ellas también la abandonaron.
El Tribuno