Esta es la triste historia de una niña de 9 años que concurre a la descomunal escuela pública de Orán que antes se conocía como "la 815" y que formalmente se llama "Lidia Rosa Montellano de Sidorenko".
La alumna viene siendo agredida físicamente por un compañero de grado, de 9 años también, desde el año pasado. La mamá de la niña habló siempre con la maestra y directivas de la escuela sobre las mechoneadas, las zancadillas, los empujones y las piñas que su hija recibía a diario del niño. Le explicaron que se trata de un niño que vive en la pobreza y en un entorno familiar muy problemático.
Ella trató de comprender, empatizó con el niño, comenzó incluso a ayudarlo con materiales para las clases, lo saludaba con cariño cuando llevaba a su hija a la escuela, como intentando remendar los agujeros del corazón del niño por donde se escapaba la furia que descargaba contra su hija. Pero la paz duró dos semanas y el año terminó a los mechonazos y puñetazos contra la niña.
Este marzo, a tres días de iniciadas las clases, la alumna salió rengueando de la escuela por una caída muy brusca que le provocó el mismo compañerito que la tomó de punto el año anterior. Las advertencias de la mamá fueron ignoradas y días después, el 15 de marzo, el chico le cerró la puerta del aula contra los dedos y le fracturó dos falanges, además de hacerle estallar la uña de uno de los dedos de la mano derecha. Los médicos le prescribieron 15 días para recuperarse y, en ese lapso, la mamá hizo notas, informes, gestionó por cielo y tierra una solución a este conflicto, sugirió que lo cambiaran de turno al niño agresor y las respuestas fueron varias y todas increíblemente obtusas: que la madre del chico no quiere que lo cambien de turno, por lo tanto no se puede tomar esa determinación desde la Dirección de la escuela. Que la supervisora va a moritorear la situación. Que si el niño vuelve a cometer un acto violento recién se evaluará un cambio de turno o de sección.
Si bien todos comprenderán que el niño agresor también es una víctima de su entorno enfermo, cabe preguntarse: ¿qué otro hueso le tiene que romper a su compañerita o a quién tiene que matar para que las autoridades de la escuela busquen alternativas serias y viables para ambos? Por si fuera poco, desde la Dirección de la escuela le sugirieron a la mamá de la niña agredida que la cambiara de establecimiento. Y que pase el que sigue. Ninguna solución que redima a la infancia de tanto despojo... de la desidia.
Belén Sarmiento, la mamá de la niña, conversó con El Tribuno sobre su angustiante situación: "Mi hija tiene que volver mañana (por hoy) a la escuela. Yo les dije a las directivas y a la maestra que ellas son 100% responsables de lo que le pase a mi hija y dijeron que de ninguna manera se harán responsables; así que nos sentimos desolados y abandonados. Vemos que no sirve de nada ser buenos padres, trabajar, educar a los hijos porque nuestros hijos no tienen derechos. Tampoco hay contención para niños problemáticos que le arruinan la vida a otros chicos. La solución es que yo la cambie de escuela a mi hija y eso, para las autoridades de esta escuela, no es estigmatizarla. Pero cambiar de turno al chico agresor si es estigmatizarlo para ellos. No logro entender tanta injusticia".
Respuesta sin respuesta
"Me llamó el miércoles la directora Angélica Lobo para leerme el acta que dejó la supervisora Carolina Quirino, que dice: 'De acuerdo a lo manifestado por la señora Olivera (madre del niño) resuelvo que su hijo continúe en el mismo turno y grado, con acompañamiento y monitoreo de supervisión... pero si sucedieran otros hechos se evaluará realizar cambio de sección o de turno...' o sea que el chico tiene vía libre para seguir arruinándole la vida a mi hija", señaló Belén.