Cerca del 40% de los alimentos que se cultivan y se producen en el mundo se tira a la basura. El dato surge del último trabajo de estudio del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Y su publicación coincide con el último número de pobreza en la Argentina que dio a conocer el Indec: 36,5%.
A nivel global, el desperdicio de comestibles alcanza los 2250 millones de toneladas por año. Las pérdidas ocurren en establecimientos agropecuarios y comercios mayoristas y minoristas en las etapas de transporte, almacenamiento, fabricación y procesamiento.
El daño social
A nivel mundial, más de 800 millones de personas se van a dormir sin tener cubiertas sus necesidades básicas de alimentación. La cantidad de bebés con bajo peso al nacer es de 20,5 millones (uno de cada siete).
En Argentina, el 15,5% de los menores de 18 años sufrieron inseguridad alimentaria severa en 2021 mientras que 2 millones de chicos pasaron hambre por falta de recursos, según datos de la ONG Banco de Alimentos. Según los últimos datos del Indec, el 50,9% de los chicos de menos de 14 años es pobre.
“Con la cantidad de comida que termina en la basura, se podría alimentar más de 7 veces a quienes hoy no tienen cubiertas sus necesidades básicas alimentarias. Además, junto a los alimentos, se desperdician todos los recursos naturales que se utilizaron para producirlos”, afirmó Manuel Jaramillo, director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina, organización que difundió el estudio en la Argentina.
El daño ambiental
El desperdicio de alimentos representa el 10% de todas las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), según figura en el documento elaborado por WWF. Esta cifra equivale al doble de las emisiones producidas por todos los automóviles conducidos en los EEUU y Europa en un año.
Entre los resultados del informe se destaca también la utilización en vano de 4,4 millones de kilómetros de tierras agrícolas y 760 kilómetros cúbicos de agua para producir el alimento que luego se desperdician.
Aunque varios países empezaron a desarrollar planes de acción para gestionar y evitar la pérdida de alimentos, el foco suele concentrarse en la última etapa de la cadena de suministro, omitiendo las instancias previas de producción.
Hasta la fecha, solo 11 de los 192 planes climáticos presentados como parte del Acuerdo Climático de París mencionan la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Se prevé que para 2050 el crecimiento de la población mundial conducirá a un incremento en la demanda y producción de alimentos, lo que ejercerá aún más presión sobre los recursos naturales mundiales, a la vez que demandará una efectiva capacidad de superar la desigualdad en el acceso a los productos de primera necesidad.
Reducir el desperdicio de alimentos contribuye a la sostenibilidad del medio ambiente. (Foto: banco de imágenes Pexels)
Según la FAO, la agencia de las Naciones Unidas que lidera las metas para poner fin al hambre, “la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos es una buena manera de reducir los costos de producción y aumentar la eficiencia del sistema alimentario, mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición y contribuir a la sostenibilidad del medio ambiente”.
La forma en que producimos, consumimos y descartamos los alimentos está ejerciendo grandes presiones y ocasionando consecuencias negativas sobre los ecosistemas. Es clave que las dietas se basen en el planeta para garantizar alimentos saludables y nutritivos.
La investigación advierte también, que “existen diferentes posibilidades de acción que involucran a los gobiernos, las organizaciones y la sociedad civil para revertir la curva de los impactos negativos del sistema alimentario, pasando de uno que explota al planeta a uno que lo restaura para la naturaleza y las personas”.