Un país entero durmiendo al menos 7 horas por noche podría ser un país más rico. Eso demuestra una investigación llevada a cabo por biólogos y economistas argentinos que fue publicada por The European Journal of Health Economics hace dos semanas. Según el paper científico, si cada adulto de los que viven en la Argentina completara al menos 7 horas de sueño nocturno (y hasta 9 horas), el PBI podría crecer hasta 1,27%.
“Que el sueño tiene un costo económico concreto no es una novedad para el mundo científico. Ya hay varios modelos desarrollados por economistas para medir la incidencia de más o menos horas de sueño en la economía de un país. Ese modelo, que contempla variables como la hora a la que nos vamos a dormir, la cantidad y la calidad del sueño, ha arrojado en los países desarrollados que lo que llamamos ‘costo del sueño’ oscila entre el 1% y el 3% del PBI de cada país”, describe el biólogo argentino Diego Golombek, divulgador y especialista en cronobiología, y uno de los autores de la investigación.
“Los resultados de la Argentina se enmarcan en ese promedio, incluso cerca del extremo más bajo del déficit que puede generarle el sueño al Producto Bruto Interno. Incluso así, un mejor descanso en toda la población podría derivar en un país más rico. Con ese aumento del 1,27% del PBI podría garantizarse el 0,14% del producto para el presupuesto universitario, que está en plena discusión, y el 1% para ciencia, algo de lo que estamos lejos aunque es un objetivo para 2030″, suma Golombek en diálogo con Infobae.
Según describe, el modelo que estudia el costo del sueño ya se llevó a cabo en países como Francia, Inglaterra, Alemania, Japón y Estados Unidos, pero faltan datos sobre el escenario en Latinoamérica. “Estimamos la información sobre el sueño a través de encuestas propias y otras que se publicaron que resultan fidedignas”, describe el especialista.
Según la cronobiología y la economía, el costo económico de un descanso insuficiente se ve en menos productividad, más accidentes laborales y mayores enfermedades entre los trabajadores.
¿Por qué tiene costo macroeconómico dormir poco, dormir mal, dormir en un horario que no es el mejor? “La investigación parte del supuesto principal que lo saludable es que un adulto complete de 7 a 9 horas de sueño nocturno. Lo que esté por debajo de eso, a nivel macroeconómico, empieza a impactar en la productividad laboral: hay menos presentismo y más llegadas tarde, un trabajador resuelve menos tareas por día, crecen los accidentes y, además, la población que descansa menos se enferma más, y eso repercute en los costos de salud del gobierno y de las empresas”, explica Sebastián Campanario, economista y periodista especializado en innovación y creatividad, y otro de los autores de la investigación.
“El énfasis en la necesidad de un buen descanso estalló en la pandemia. Desde ese momento, varios de los libros de no ficción más vendidos en Estados Unidos están vinculados al cuidado del sueño y está creciendo la industria alrededor de eso: hay desde helados para dormir mejor hasta colchones personalizados”, describe Campanario.
Según el economista, en los últimos años, incluso en un país noctámbulo como la Argentina, hay restaurantes que empiezan a abrir hacia las 19 ó 19.30 y adolescentes cuyas fiestas empiezan (y terminan) más temprano. Todo eso hace a la calidad y la cantidad del sueño. Pero no es suficiente: aún puede hacerse más para que las pérdidas económicas asociadas a un descanso incompleto empiecen a reducirse.
El sueño de los argentinos
“En nuestros datos, en la encuesta que llevamos a cabo junto a Juliana Leone, de la Universidad Torcuato Di Tella, los adultos argentinos duermen un promedio de 6,7 horas por noche. Es un promedio, eso implica que hay mucha gente que duerme menos que eso. Si eso se corrigiera, aumentaría el Producto Bruto hasta 1,27%”, describe Golombek.
Diego Golombek, biólogo, es uno de los autores de la investigación publicada hace dos semanas. (Agustín Brashich/Ticmas)
Según la Encuesta de Uso del Tiempo que llevó a cabo el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) a fines de 2021, los argentinos destinan 8,27 horas al sueño. Sin embargo, los especialistas advierten que metodológicamente no es viable tomar esa información como válida para medir el costo económico del sueño, ya que la encuesta del Indec pregunta qué se hace a cada hora, y no cuántas horas se duermen cada noche.
En 2023, una encuesta de la Universidad Abierta Interamericana hecha en el AMBA y Rosario registró que la mayoría (el 52,7% de la población de esos centros urbanos) se va a dormir pasada la medianoche, y sólo el 4,4% se acuesta antes de las 22. “El llamado ‘jet lag social’, es decir, la diferencia entre el horario de descanso que pide tu reloj biológico y el que impone la sociedad, es altísimo en la Argentina, cercano a las dos horas. Para descansar mejor, una cantidad suficiente de horas, una de las medidas posibles sería que empecemos a acostarnos un poquito más temprano y nos levantemos un poquito más tarde”, sostiene Golombek.
Nuevos hábitos, más y mejor descanso
Como a la hora de llevar una alimentación más saludable, mejorar la cantidad y la calidad del sueño también requiere de nuevos hábitos. “Lo primero que tenemos que hacer es tomar conciencia de que el buen sueño es necesario y vital, y no es que se recupera al día siguiente o durante el fin de semana: no se recupera. Hay que trabajar en tres factores para tener un buen descanso: la cantidad, la calidad y la regularidad”, describe Golombek.
Es importante, entonces, intentar sostener horarios regulares a la hora de acostarse y levantarse, y evitar los factores ansiógenos o estresantes en la previa de irse a dormir. En el caso de quienes son muy noctámbulos, empezar por irse a dormir un poco más temprano es uno de los primeros cambios sugeridos por los especialistas.
El uso de pantallas hasta último momento puede retrasar la conciliación del sueño.
Alejar el horario de la cena y del ejercicio físico del momento de meterse en la cama son algunos de los nuevos hábitos que pueden construir un mejor descanso y, desde ya, alejarse también de las pantallas en las últimas horas antes de dormir. Lo ideal es que sea al menos dos horas antes, pero media hora ya empieza a hacer la diferencia respecto del consumo de la luz azul que produce el llamado “insomnio tecnológico”.
Acondicionar la habitación para que sea un lugar oscuro y a una temperatura adecuada para descansar y evitar comida pesada antes del sueño también es importante. A la vez, conviene al menos media hora antes de dormir, y en caso de necesitarlo, hacer una lista de tareas a realizar al día siguiente, para evitar que los pensamientos sobre los quehaceres venideros se filtren justo antes de conciliar el sueño.
Más allá de la productividad
Ante la consulta de Infobae sobre los efectos de un mejor sueño en la vida personal, más allá de lo que pueda registrarse en términos de productividad, Golombek explica: “Sin duda el impacto se siente en la vida cotidiana. Más y mejor sueño implica una mejor calidad de vida, mejor humor, enfermarse menos, recordar mejor, conectar más con la experiencia que estés viviendo por estar en mejores condiciones de ánimo y cognitivas. No se trata sólo de mejores resultados económicos, sino también vitales”.
Se trata, además, de un círculo virtuoso: a medida que el descanso es más y mejor, eso puede repercutir en reducir el estrés y la ansiedad, lo que redunda en que el sueño mejore aún más. Dormir al menos siete horas tiene efectos beneficiosos tanto a nivel individual como colectivo. Recuerde esto, estimado lector, cuando ponga la alarma que lo despierte mañana.