Los récords están hechos para romperse, proclaman los valientes, y eso mismo hicieron tres jóvenes al crear el avioncito de papel qué más lejos voló en la historia de estos artilugios artesanales que nos remiten a la infancia. “Batir marcas es algo más que una cifra, se trata de desafiarte a vos mismo para llegar más lejos, a siempre trabajar un poco más”, dice el ingeniero especializado en control aéreo Nathan Erickson, que trabaja en la firma Garmin y que en esta iniciativa colaboró con dos integrantes de la empresa de aviación Boeing, Dillon Ruble y Garret Jensen.
El avión de papel que crearon voló más de 88 metros, distancia con la que ingresó al Libro Guinness de los Récords, superando a uno de la misma especie que había recorrido 77 metros sin tocar el suelo, en abril del año pasado.
El plan de este trío de entusiastas se puso en marcha luego de que Dillon participe en una competencia mundial de avioncitos de papel, que se celebró en Austria, representando a Estados Unidos. “Desde entonces colaboramos para innovar y llevar el récord más allá de lo que todos pensaron que era posible”, comenta Erickson.
“Los avioncitos de papel funcionan con los mimos principios que las grandes aeronaves”
Tal como señalamos, los nuevos dueños del récord Guinness no son meros aficionados, sino que son parte de la industria aérea. Con sede central en Chicago, Boeing es una multinacional que no sólo diseña algunos de los aviones más conocidos, sino también helicópteros, satélites e incluso misiles.
Según Ruble, “los aviones a gran escala y de papel tienen grandes diferencias en su complejidad, pero ambos funcionan con los mismos principios fundamentales”. El ingeniero observa que ciertas metodologías de diseño pueden aplicarse en ambos casos, y notó que “si bien la base de datos para este vuelo no estaba tan desarrollada como la de los grandes fabricantes aeroespaciales, el método de prueba destaca la importancia de una experimentación rigurosa en el mundo real”.
Además, reconocieron inspiración en el origami. De hecho, Ruble es un entusiasta de esa legendaria técnica japonesa y es reconocido entre los suyos por haber creado piezas en papel que imitan a personas de Star Wars y Pokémon, según nos cuenta el grupo. “A veces hace diseños a mano para personas específicas, para mostrarles su afecto”, dice Jensen al respecto. “Algunas de las características de diseño importantes se pueden atribuir directamente a la sólida formación de Dillon en origami y su experiencia en dar vida al papel”, agrega.
Así vuela Match 5, el avión de papel que consiguió el récord mundial
Los jóvenes especialistas nos cuentan que su avión de papel, al que llaman Mach 5, se inspiró en los diseños hipersónicos de la NASA. “Las ventajas de un diseño de estilo hipersónico incluyen una resistencia aerodinámica reducida y una sustentación óptima a las velocidades experimentadas por el avión de papel, que eran relativamente altas en comparación con otros de su especie”, indica Erickson y destaca que también tuvieron que ser en extremo cuidados con las reglas establecidas por Guinness al intentar batir el récord.
Para conseguir la medalla al “vuelo más largo de un avión de papel” debieron cumplir requisitos estrictos, como crearlo con una hoja A4 o carta, la prohibición de incluir otros materiales a excepción de una pequeña cinta de celulosa para sujetar los pliegues, y concretar las pruebas en espacios interiores, de modo que el viento no tenga influencia.
La aviación, un ámbito serio con espacio para el juego
La pregunta era inevitable: ¿cómo conciliaron estos muchachos su actividad en una de las empresas más reconocidas en el mundo de la navegación aérea, con el desarrollo de un avioncito de papel?
Jensen no esconde el carácter lúdico de esta iniciativa. “Construir y apoyar la creación de aeronaves puede ser un esfuerzo muy serio, especialmente para uso público. Dicho esto, todos elegimos ingresar a la industria aeroespacial porque es algo que disfrutamos. Hay un cierto tipo de magia que una persona siente cuando ve volar un avión por primera vez”, observa.
“A medida que envejecemos, este sentimiento mágico se desvanece y es reemplazado por la comprensión de la física de cómo los aviones permanecen en vuelo. Aunque este sentimiento se desvanece con el tiempo, nunca desaparece por completo. Esa puede ser la razón por la que todavía nos encanta ir a exhibiciones aéreas, usar simuladores de vuelo o ver películas como Top Gun. Estas actividades sacan a relucir nuestra emoción infantil y nos permiten experimentar esa sensación de ser testigos del vuelo por primera vez, una y otra vez”, cierra.